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Liberalismo y el frente cultural

Imagen de El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese.

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Hoy en día vivimos inmersos en una amalgama de ideologías y corrientes destructivas que pretenden minar no solo la estructura constitucional sino también el gran desarrollo económico y de progreso alcanzado tras muchas décadas de esfuerzos individuales y colectivos.

En esta tesitura habría que promulgar e instruir a todos los niveles de edad verdades históricas tácitas que han permitido que no solo España, sino el mundo, haya progresado en libertades y en bienestar social.

En esta categoría de verdades históricas tácitas que han favorecido el progreso se encuentra el liberalismo como doctrina que promueve valores tan importantes como la libertad del individuo, la propiedad privada, la igualdad de oportunidades, la igualdad ante la ley, así como el emprendimiento y el libre comercio bajo un régimen lo menos intervencionista posible por parte del estado.

Sin embargo, uno de los grandes hándicaps que ha sufrido el liberalismo a lo largo de su historia es que no ha puesto claramente de manifiesto los grandes logros que ha propiciado, y lo que es aún peor, ha gozado de mala prensa en gran parte por las corrientes socialistas al que han llegado a tildar de “mascara de la explotación”.

Esto último no es de extrañar ya que, a las corrientes socialistas y comunistas, tras el gran fracaso que han ido sufriendo a lo largo de la historia y el abandonado del mantra de la lucha de clases, no les ha quedado otro remedio que vilipendiar al liberalismo y al capitalismo, llegando incluso a mostrarse paradójicamente como adalides de la libertad, el progreso, los derechos humanos, la igualdad de género y defensores monopolísticos de los pobres.

Curiosamente los movimientos revolucionarios comunistas y las tornas al poder de partidos socialistas han ocurrido en épocas de prosperidad y de apogeo económico, arrastrando y destruyendo a su paso los logros alcanzados hasta ese momento.

Un indicador histórico claro y objetivo nos muestra como el PIB a nivel mundial que hasta los inicios de la revolución industrial y del auge del liberalismo a comienzos del siglo XlX se había mantenido prácticamente plano, a partir de esa fecha experimenta un crecimiento exponencial.

Asimismo, desde la década de 1980, el desplome del comunismo en Europa y la consolidación de un liberalismo económico a nivel mundial han permitido que la tasa de miseria haya bajado drásticamente desde un 44% hasta un 10 % aproximadamente en el momento de inicio de la pandemia que estamos sufriendo en estos momentos.

Cabe destacar que, a pesar del gran progreso experimentado a nivel global, este ha sido más destacado en aquellos países que han apostado por reformas orientadas a promover la libertad económica, auténtico pilar de la prosperidad lograda desde los inicios del siglo XlX.

Hoy en día estamos asistiendo a debates envenenados políticamente donde se defiende y se enfrenta de forma maniquea lo “público” con lo “privado”, llámese sanidad, educación, servicios públicos, etc. Cuando los hechos demuestran, que cuando menos, se complementan y suman en beneficio de la libertad de elección, del emprendimiento y del bienestar colectivo.

Da la impresión que se defiende solo lo público para denostar de forma injusta y sesgada el liberalismo económico y la aportación de la iniciativa privada al progreso de la sociedad, aplicando incluso altas cargas impositivas que provocan un efecto boomerang negativo para la economía.

El progreso significa dejar atrás la atávica identidad tribal como gran enemigo de la libertad ya que promueve el espíritu identitario donde prima tener las mismas costumbres, la colectividad por encima del individuo y los símbolos por encima de los valores individuales.

Desgraciadamente y tristemente vemos como hoy en día gran parte de los medios, y sobre todo los audiovisuales, están más bien alineados a las corrientes y mantras de la “tribu” donde impera sobre todo trivializar, totalizar y tutelar a la sociedad para que sea sumisa a determinados intereses preconcebidos.

Frente a la tentación y los intentos de socialización de la enseñanza y de los medios de comunicación, el liberalismo defiende los valores individuales de educación en libertad, desarrollo personal y cultura.

Ante tanta manipulación, y más que nunca, hay que promover un frente cultural objetivo, justo, educativo e instructivo donde las doctrinas e ideologías sean expuestas claramente y soportadas en hechos constatados a fin de no confundir y engañar a la sociedad con el mero propósito de conquistar el poder a cualquier precio.

La didáctica es pues el gran caballo de batalla para que el liberalismo pueda tener mejor prensa y que de forma justa se valore su aportación al progreso y a la “riqueza de las naciones”, parafraseando el título del famoso tratado de uno de los grandes padres del liberalismo económico como fue Adam Smith.