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¿Son las criptomonedas una verdadera alternativa al dinero fíat?

Bitcoin.

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Exceptuando a Bitcoin y algunas otras como Ethereum, XRP, Thether, Litecoin o Monero, la mayoría de las criptomonedas ciertamente no han alcanzado capitalizaciones significativas. Además, aquellas que han alcanzado capitalizaciones mayores, como las anteriormente mencionadas, presentan otros inconvenientes, como puede ser la alta volatilidad. Por tanto, la coyuntura de alta fluctuación del valor de las criptomonedas impide, de hecho, que se empleen como medio del pago ordinario y generalizado en el mercado. Proliferan medidas correctoras como las stablecoins y programas como Bitpay, que ejecutan cambios de monedas virtuales por otras o por divisas fiduciarias cuando se cumplen ciertas condiciones establecidas relativas a su valor de cotización.

El proyecto que representa Libra, liderado por Facebook, y en general la aparición de las stablecoins, han acercado la posibilidad de que las criptomonedas sustituyan al dinero fíat, sobre todo si éste continúa devaluándose a consecuencia de la expansión de la oferta monetaria implementada por los bancos centrales como medida de estímulo ante la crisis económica derivada de la pandemia. Si las criptomonedas son aceptadas socialmente pueden suponer un verdadero riesgo para la estabilidad financiera e incluso implicar una fuga de depósitos de la banca comercial hacia estos activos criptográficos, máxime en un escenario de tipos de interés muy bajos o nulos.

Teniendo en cuenta los sucesos de los últimos tiempos, y sobre todo la extraordinaria expansión cuantitativa de la oferta monetaria, se puede afirmar que, en el corto o medio plazo, las criptomonedas seguirán consolidándose progresivamente en el mercado mundial, al menos como activo de inversión, principalmente por su capacidad de actuar como reserva de valor ante la devaluación del dinero fíat. Parece de momento prematuro aplicar el concepto de medio de pago a las criptomonedas, habida cuenta de que -estrictamente hablando- carecen de un uso social generalizado. De momento, no tienen una población grande de usuarios que pueda suponer una adopción masiva e internacional para ser usadas como medio de pago contractual. Se limitan hoy por hoy a actuar como un activo financiero y un depósito de valor.

Por otra parte, las criptomonedas carecen de un mercado de oferta de bienes y servicios tangibles que se puedan pagar con ellas. Es decir, no hay un sistema de precios referido a criptomonedas, más allá de algunos establecimientos de comercio electrónico. De ahí el verdadero interés y desafío que suscita el proyecto Libra a este respecto. Facebook sí tiene la posibilidad real de asociar la moneda virtual a sus servicios de mensajería, y por tanto de dotar a su ecosistema publicitario de un mercado de bienes y servicios reales con precios fijados en su divisa digital privada. Libra sería una moneda virtual dentro de una red electrónica mundial que nacería con aptitudes de convertirse rápidamente en un medio de pago masivo y global.

Ante el desafío de las monedas virtuales, criptográficas o no, los bancos centrales están reaccionando. Y lo están haciendo, investigando y desarrollando sus propias monedas virtuales soberanas (Central Bank Digital Currencies, CBDC), con las que sustituirán o complementarán el efectivo físico. En este sentido, es de esperar que, en este próximo escenario, la regulación se mueva no sólo en la línea de la prevención del fraude fiscal, sino hacia la interoperabilidad de los diferentes mercados de moneda virtual y la adaptación definitiva a este sector por parte de las entidades de crédito y empresas financieras, dotando de mayor seguridad jurídica a las plataformas de cambio y custodia de monedas virtuales y otros criptoactivos.

En definitiva, si los legisladores, bancos centrales y autoridades financieras internacionales son capaces de resolver estos problemas de conceptualización jurídica y armonización técnica, en pocos años las criptomonedas, y en general las monedas virtuales, se incorporarán plenamente al sistema financiero mundial, algunas de ellas siendo emitidas y controladas por los propios bancos centrales.