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Historia y dialéctica perniciosa

Así ha amanecido la Sirenita de Copenhague este viernes.

Así ha amanecido la Sirenita de Copenhague este viernes.

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Vivimos en una sociedad donde paradójicamente la gran cantidad de información a la que tenemos acceso para informarnos con rigor y espíritu crítico no está sirviendo en gran medida para contrarrestar las manipulaciones interesadas provenientes de ciertos sectores.

Lo expuesto viene al caso ante las recientes corrientes revisionistas que intentan denostar e incluso criminalizar a personajes históricos protagonistas de grandes logros y gestas que han enriquecido de una forma u otra la evolución de la humanidad. Estas corrientes revisionistas están influyendo y propiciando la comisión de actos vandálicos como las ofensas a estatuas y monumentos conmemorativos, y, lo que es peor, la incitación a la desacreditación y el odio de forma totalmente sesgadas.

Un primer axioma a la hora de juzgar hechos históricos nos dice que no podemos aplicar premisas, pautas y marco jurídico del presente al pasado más o menos lejano, puesto que cometeríamos un simple y grave error de contextualización y, por tanto, distorsionando la valoración de los mismos.

La historia, aparte de ser relatada, es ineludible que siempre ha sido objeto y lo será de ser interpretada bajo diferentes prismas y con ánimos interesados, debiendo mantener no obstante un respeto y distanciamiento para no extrapolar conclusiones equivocadas que, sin necesidad o relación directa, incidan negativamente en la sociedad actual.

Da la impresión que estamos asistiendo a un movimiento que podemos catalogar de adanismo e inquisición social-mediática de la historia por y a favor de un progresismo hipócrita que puede criticar y estigmatizar figuras y hechos históricos del pasado, pero es cómplice con la amnesia y el silencio de violaciones de derechos humanos y atroces barbaridades cometidas en la actualidad o en la historia más reciente por estados dictatoriales y grupos terroristas.

Debemos, por tanto, obviar y apartarnos de los ejercicios de inquisición histórica que pretenden buscar culpables extemporáneos y sin causas, a la vez que inocula odio a niveles individuales y colectivos muy dañinos, sobre todo, en las nuevas generaciones.

Si realizamos un recorrido por la historia encontraremos, como es lógico, luces y sombras en las diferentes épocas, civilizaciones y gobiernos de turno. En cualquier caso, y a pesar de todos los contratiempos, decisiones equivocadas, injerencias externas, revueltas y derivas autoritarias que se hayan cometido, podemos constatar en líneas generales una evolución en libertades y progreso social de toda la humanidad a lo largo de su historia, ya que esta siempre ha sido, y deberá seguir siendo, un pilar importante de conocimiento y aprendizaje.

En este sentido, la visión racional de Hegel de que “la historia es el progreso de la conciencia de la libertad” nos debería ayudar a comprender que el devenir de la historia es el fruto de la aspiración y concienciación de los hombres en progresar y ser cada vez más libres a pesar de los obstáculos que se presentan a lo largo del camino.

De la historia debemos aprender conociéndola en profundidad para no repetir errores graves, pero sin buscar y trasladar una culpabilidad al presente de la sociedad y de los estados, evitando cualquier división maniquea y analizando los hechos históricos desde una perspectiva de causa-efecto en el contexto en que acontecieron.

Lo mismo que a nivel personal tendemos a ser condescendientes y benevolentes con nuestras actuaciones del pasado, así deberíamos interpretar y juzgar a la historia a sabiendas de que las circunstancias concretas en cada momento, bien sea por dificultades, debilidades, aciertos o errores, pueden tener una gran incidencia en los comportamientos y acontecimientos de nuestra vida.

Es curioso y significativo observar que cuanto más problemas reales y actuales tienen que afrontar los políticos y gobiernos de turno, mayor es la tendencia a suscitar temas históricos y del pasado como herramienta de distracción imbuidas de dialécticas partidistas que no aportan nada positivo y que provocan en muchos casos debates distorsionados y revisionistas de la historia.

Un triste ejemplo de manipulación partidista interesada es el tratamiento de la transición política acontecida en España hace mas de 40 años, valorada en su conjunto muy positivamente y que en estos momentos pretende ser denostada injustamente por corrientes fuertemente revisionistas.

Por tanto, ahora más que nunca, deberíamos impulsar el conocimiento profundo, crítico, constructivo, aglutinador y sin ningún tipo de complejos de nuestro pasado para impregnarnos en el presente de aquellos valores positivos más estrechamente ligados al esfuerzo, la superación y el progreso social que nos han legado figuras relevantes y las generaciones que nos han precedido.