Blog del suscriptor

La espera desesperada de Europa

Imagen de archivo de una protesta contra la UE organizada por el Partido Radical Serbio en Belgrado en 2012. / Reuters

Imagen de archivo de una protesta contra la UE organizada por el Partido Radical Serbio en Belgrado en 2012. / Reuters

  1. Blog del suscriptor
  2. Opinión

Cuando se pasea por las calles de Belgrado sumida aún en restos y residuos de primavera que humean en las flores, uno se da cuenta que la Unión Europa no está y se pregunta, ¿se la espera?

Cuan olvidadas han quedado las promesas de la Unión, que tras hacer un lamentable ridículo en la guerra que destruyó Yugoslavia, y dispersó sus restos en siete trozos estatales, algunos de ellos liliputienses, prometió la absorción de todos ellos como un medio de estabilizar y contribuir a la paz en esta zona y esta promesa, salvo en el caso de Eslovenia y Croacia, para el resto de países producidos, aún no se ha cumplido.

En esta región se encuentra uno de los puntos de contacto de tres placas tectónicas, compuestas de sustratos políticos (austrohúngaro, eslavo y otomano) y religiosos (católicos y protestantes, ortodoxos e islámicos), que tradicionalmente han generado fricciones de supremacía entre imperios y entre bloques, que se saldó en su día con una tercera vía, los "no alienados".

Tras la muerte de Tito, la abrupta ruptura y la indudable pérdida que todos estos territorios sufrieron por el despiece de Yugoslavia, parece haberse ignorado en España, cuyos nacionalismos obnubilados se dirigen férreamente a imitar este modelo fracasado que los ha llevado a convertirse, de manera declarada o no, en protectorados de otros países y potencias.

Eslovenia y Croacia, por raíces religiosas e históricas contaron siempre con el apoyo declarado de Alemania, Austria e Italia, para facilitar su acceso a la Unión Europea. En el caso de Serbia, que contó siempre con el respaldo de Francia y que mantiene lazos eslavos especiales, políticos y comerciales, con Rusia, por cuestiones de política interna los tiempos han sido otros.

Entretanto otro nuevo actor ha desembarcado con fuerza en la región no adherida, China, que desde el vacío político que aquí se muestra, contempla estos países como zonas de paso, cara al desarrollo de su nueva "ruta de la seda", y prevé la construcción de un ferrocarril para acercar comercialmente sus productos y ejercer, ante un mundo global, su influencia política.

Estados fallidos, como Bosnia Herzegovina y Kósovo, que económicamente sólo se mantienen gracias a la financiación europea, junto a Macedonia del Norte, Montenegro, en manos de un clan familiar, y la propia Serbia, siguen en la sala de espera para acceder a la matriz europea, que dilata, inmerecidamente, su incorporación. 

La dilación va poco a poco dañando la imagen y el atractivo de la Unión Europea en la región y deja paso al devaneo que algunos de estos gobiernos mantienen con Rusia y China como poderes políticos y económicos emergentes en el área.

No parece casual que, en primavera, el escaparate del Instituto Cervantes ubicado en la calle más céntrica de Belgrado se dedicara, en lo que parecía ser la exposición de un concurso de dibujos, a la figura de Sancho Panza, como una lectura realista de la realidad que viven los ciudadanos de esta capital.

En una situación así, no es de extrañar que Serbia juegue con las cartas que le llegan, deseos no satisfechos aparte, y que alegremente tomen las calles con ese espíritu trufado de mediterráneo balcánico que les caracteriza y aborden esta nueva etapa de activación económica y notable desarrollo que puede apreciarse, con su mejor sonrisa.
Entretanto las empresas occidentales, más pragmáticas que los políticos europeos, aprovechan esta ola de prosperidad para llenar sus escaparates de firmas, grandes superficies y productos occidentales, marcando un escalón de calidad respecto a sus competidores chinos.

Belgrado se abre paso a codazos, y dudan de las dudas, y mientras esperan la pretendida llegada del Godot democrático del bienestar europeo adornan con flores las farolas de sus calles peatonales, desarman sus bastiones y les convierte en parque ciudadano, lleno de puestos populares de recuerdos y merenderos asequibles, para disfrute de jóvenes, familias con niños y mayores, y turistas rusos y franceses.

También los nuevos amores que, espontáneamente, surgen cada año llegan a sus jardines a sellar promesas en candados y a esconder besos furtivos en corazones que gravan a navaja en los árboles del parque. Mientras, los mayores pasean y charlan en sus bancos, y aún se atreven con nuevas relaciones que les vuelven más humanos.

La unión entre los ríos Saba y Danubio sigue engrosando y engordando, como desde antaño, sus aguas y desde lo alto de sus defensas, los sacerdotes paganos que encontraron los romanos, ritualmente invocan cada año, con vinos y perfumes, la llegada de la ansiada y sagrada primavera, y atribuyen su llegada a la escucha y el milagro de sus dioses.

Entretanto la Unión Europea con la llegada del verano sestea, ante estos ciudadanos, romanos, vénetos y europeos desde siglos, no está como tal presente, y empieza a ser cuestión de fe, en un mundo descreído, el que creamos o no creamos que aún se la espera.