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El mejor experimento de la democracia

El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

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Tras liderar el descalabro económico de nuestro país durante la crisis de las hipotecas subprime, José Luis Rodríguez Zapatero se escondió como el topo que, tras echar a perder la huerta, desaparece del todo hasta que el dueño de la misma baja la guardia de nuevo. Sabedor de que el español tiene la virtud de perdonar pronto (sobre todo si el culpable se encuentra bajo la órbita del progresismo mayoritario), aguardó pacientemente el proceso de regeneración interna del PSOE que concluyó, como señala Miquel Giménez en PSC: historia de una traición, con Pedro Sánchez encumbrado a la presidencia en forma de caballo de Troya de los socialistas catalanes.

No se le ocurrió mejor manera de limpiar su maltrecha imagen que viajando a Venezuela para actuar como mediador entre la oposición democrática y la dictadura bolivariana, pero poco tardó en abandonar su teórica neutralidad inicial para volcarse con los intereses de los segundos. Un persistente opositor cubano que conoce, por lo tanto, los sucios artes con que la extrema izquierda mantiene el poder cuando se lo apropia, me contó hace unos meses que con toda certeza las autoridades venezolanas disponían de alguna clase de información sensible sobre su persona; la compra de su voluntad podría haberse llevado a cabo por otra vía más directa (los vínculos en ese sentido pueden venir de lejos, tal y como se desprende de las últimas informaciones sobre un antiguo embajador), pero a falta de pruebas, lo más sensato es mantener la cautela.

En el momento en que el proceso amnésico había hecho su trabajo en la mente de buena parte de los españoles, ZP se atrevió también a reaparecer en los medios de comunicación de nuestro país. He llegado a escuchar, en boca de un compañero de la universidad que se encontraba en pleno estado de sobriedad, que “Zapatero ha sido el mejor presidente que hemos tenido jamás”. Razonamientos parecidos se leen con frecuencia en las redes sociales. No resulta extraño, en consecuencia, que se atreva a decir cualquier cosa, por absurda que suene. ¿Quién no haría lo mismo de seguir recibiendo elogios a pesar de haber abandonado la presidencia del Gobierno con un bagaje semejante? Constatar la ignorancia media poseyendo una cierta relevancia mediática debe generar una inmensa sensación de eso que está tan de moda que llaman "empoderamiento".

De eso mismo ha hecho gala afirmando en COPE, sin rubor alguno, que entre pactar con UP o hacerlo con Ciudadanos habría tenido claro hacerlo con los primeros por tratarse los segundos del “peor experimento de la democracia”. El porqué, como no podría ser de otra manera, brilla por su ausencia: “Sería muy largo de (sic) desarrollarlo”. Zapatero en estado puro.

Abunda la bibliografía específica sobre el proceso de constitución y ascenso de Ciudadanos (La creación de Ciudadanos: un largo camino, de Antonio Robles, El enigma Ciutadans, de Álex Sàlmon, Alternativa naranja, de José María Albert de Paco e Iñaki Ellakuría…), pero si tuviera que recomendar al lector de este artículo una obra para entender en profundidad la cuestión, tendría claro que mi selección sería la ya canónica Historia de la Resistencia al Nacionalismo en Cataluña (1979-2006), del propio Antonio Robles. En dicha obra queda demostrado que, aunque los ya famosos “quince intelectuales” se encargaron de la creación del partido y de su gestión en sus primeros instantes vitales, limitar la explicación de los hechos a ello deja al margen lo más esencial del asunto: que el proyecto de Ciudadanos no era sino la materialización definitiva de un lento proceso de maduración de la oposición al nacionalismo y a sus cómplices.

Años más tarde, cuando el partido ya había dejado de lado su autodefinición socialdemócrata y se había extendido por el conjunto de la nación, la reciente crisis económica y el descrédito de lo que se conoció como “vieja política” alentó a su líder de entonces a tratar de convertir Ciudadanos en una opción de gobierno. Difieren los análisis sobre el resultado y las consecuencias que aquello tuvo para el constitucionalismo, pero lo que es indudablemente cierto es que muchos españoles encontraron entonces un partido de centroderecha (no vinculado al conservadurismo ni a la corrupción) con el que sentirse identificados. Ofreciendo esa alternativa ideológica dentro del tablero político, Cs volvía a ser útil para el electorado.

Malas decisiones respecto a la política de pactos y el auge de la derecha populista les hicieron perder el cielo alcanzado con los 57 escaños en el Congreso. No obstante, no es en esto último en lo que Zapatero basa sus críticas. Sus declaraciones tan sólo reflejan algo más profundo de su ser: el miedo atroz a que el viraje al centro del que ha sido hasta ahora “el mejor experimento de la democracia” dañe los intereses de ese PSOE al que debe su vida entera.