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Radiografía y rehabilitación post Covid-19

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En estos momentos en los que estamos asistiendo a una de las crisis sanitarias y económicas más importantes a nivel mundial desde comienzos del siglo pasado, más que nunca es el momento de tener en mente que toda crisis lleva aparejada siempre retos y oportunidades.

En una sociedad donde el desarrollo tecnológico y los medios de producción son activos importantes incluso en los países menos desarrollados, es necesario plantearse y focalizar cuáles son nuestras prioridades en nuestras actividades sociales y transaccionales, a tenor de las implicaciones que esta crisis y otras venideras nos pueden acarrear.

Por tanto, se impone más que nunca adaptar la planificación, los recursos y nuevos desarrollos al nuevo “modus operandi” que las lecciones de la crisis del Covid-19 nos están forzando a asimilar, con una visión que no debe ser cortoplacista sino más bien de perspectiva amplia para evitar incurrir en errores y vacíos con los que nos hemos topado por falta, sobre todo, de previsión.

Dentro de estas prioridades, hay que resaltar en primer lugar y por muy obvio que parezca, la sostenibilidad y el reforzamiento del sistema sanitario, tanto público como privado sin aplicar maniqueísmos ideológicos, dotándolo de los recursos necesarios, así como acelerando la aplicación de las nuevas tecnologías en la atención y tratamiento de los pacientes.

En este sentido hay que asegurar la producción y la cadena de suministro de equipamientos que pueden ser vitales, como desgraciadamente se ha constatado en esta crisis (EPIs, desinfectantes, respiradores, equipos de test, aplicaciones de trazabilidad, etc...), haciendo que los países sean menos dependientes de terceros, todo ello sin demonizar la globalización que tanto ha aportado al desarrollo de la economía mundial en las últimas décadas.

Inmersos como estamos en los inicios de la cuarta revolución industrial, basada como sabemos en la aplicación de forma transversal de la tecnología digital a prácticamente todos los sectores productivos (internet de las cosas, robótica, realidad virtual, ciudades inteligentes, domótica, seguridad, medicina, comercio presencial y online, automoción, transporte, etc...), es el momento de potenciar las inversiones y la aplicación de la tecnología a las necesidades de los protocolos que nos demanden las relaciones sociales y económicas en cada momento, bien por necesidad o por la adaptación a nuevos hábitos.

La adaptación de hábitos y protocolos se centrarán, entre otros, en el distanciamiento social cuando sea necesario, control de aforos, flexibilización de horarios y espacios de trabajo, educación online, entregas a domicilio, realidad virtual, ocio y entretenimientos menos masificados, turismo al aire libre, campering, etc.

Por último, otro pilar importante y oportunidad que nos brinda esta crisis, es apostar por las nuevas energías renovables, una vez comprobado que podemos acomodarnos, preferentemente de forma paulatina y no de forma drástica como hemos tenido que padecer en la crisis actual, a ser cada vez menos dependientes de las fuentes de energía fósiles como son el carbón y el petróleo.

Se trataría de generar e incrementar una capacidad de empleabilidad “verde” con especialistas y mano de obra bien nueva o reconvertida de otros sectores que puedan entrar en crisis o declive permanente.

Dado que tanto la revolución digital como la de energías renovables implican una gran apuesta por la innovación y nuevos desarrollos, se conseguiría al mismo tiempo que el valor añadido y la contribución a la economía del país tuviera unos resortes estructurales cada vez más fuertes y sostenibles.

Debemos, por tanto, ser optimistas de cara a afrontar el futuro, pero ser al mismo tiempo muy codiciosos e inteligentes apostando fuertemente y priorizando las inversiones en activos y recursos que nos doten de una mayor protección frente a las crisis de cierta magnitud que ineludiblemente, como la historia nos viene enseñando, hay que afrontar cada cierto tiempo.