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Dignidad y sinrazón

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Dicen que las crisis sacan lo mejor (y lo peor) de la gente. También dicen que hay clases y clases. Lo mejor, ha quedado sobradamente demostrado durante los tres meses de pandemia. Los trabajadores de supermercados, transportistas, profesiones muchas veces poco reconocidas o mal remuneradas, enfermeros, médicos, que nos han salvado de esta literalmente, demostrado su responsabilidad como profesionales y cumplidores de su trabajo, más que héroes, son un ejemplo social a seguir.

Lo peor, los predicadores de odio con tribuna, azuzan a los haters que caen en el juego de quienes les alientan con inmunidad parlamentaria, cayendo en la dinámica de intoxicar a todas horas, no aportar nada positivo, pues son incapaces de leerse antes el BOE.

También los que se han saltado el confinamiento. Los que son capaces de entender el concepto de disciplina social, porque para ellos la “libertad” que gritan es su libertad. Cabe recordar que por la libertad se ha luchado en este país. Y que la libertad termina donde empieza la seguridad del prójimo. Porque la libertad no se ha cercenado, por mucho que se repita, el estado de alarma limita la libertad de movimiento en virtud de la protección de las personas.

Se puede insultar al Gobierno, pero no poner en peligro la salud del vecino. Siguen algunos sin entender que lo primero y prioritario y a lo que está obligado un Gobierno del signo que sea y por encima de todo es salvaguardar la salud pública.

Responsabilidad contra sinrazón, aplausos en balcones contra aglomeraciones en la calle: 1 millón de sanciones (redondeo) durante el estado de alarma, que aprueba el Congreso, recuerdo. La rebelión de las élites en el caso de los señores y señoras del barrio de Salamanca de Madrid y aledaños. Apropiación de los símbolos de todos, algo ya tradicional en la derecha más montaraz de este país, al tiempo que se afrenta contra los profesionales de la Sanidad Pública (algo en lo que muchos no creen, pero eso es otro debate para otro momento), que los han protegido y seguirán haciendo a pesar de todo.

Paradas de descapotables en multitud. El líder saluda a las masas, como en los años treinta. Sin mascarillas y sin los dos metros que nos salvan la vida. Los sanitarios, agotados, se enfadan. La salida de la pandemia se ha convertido en un episodio excéntrico, o una fase en el lenguaje pertinente, propio de una novela de Kafka. “El sueño de la razón produce monstruos”, decía Goya.