Otro Gobierno y otra ley de Educación

Isabel Celaá.

La tradición vuelve a mandar. Ni en momentos de especial necesidad los representantes públicos son capaces de ponerse de acuerdo para salir de una forma más ordenada y beneficiosa de esta crisis. Aprovechando el momento, el Consejo de Ministros aprobó esta Ley el pasado 3 de mayo, lo siguiente será pasar por el Congreso de los Diputados, donde debe conseguir la mayoría absoluta: faltan 11 diputados para que sume la votación con los escaños del Gobierno.

Con el argumento: "Nadie puede quedar atrás, porque el país necesita el talento de todos", Celaá trata de vender una Ley Orgánica de Mejora de la Ley Orgánica de Educación, la LOMLOE que derogaría la Ley Wert. La Ley Celaá se convertiría en el sexto marco legal de la Educación en España. Empezando por la LOECE, que nunca entró en vigor, España ha tenido las siguientes leyes:

- Gobiernos de Felipe González: LODE de 1985 y LOGSE de 1990.

- Gobierno de Aznar: LOCE de 2002, que no llegó a aplicarse.

- Gobierno de Zapatero: LOE de 2006.

- Gobierno de Rajoy: LOMCE de 2013.

Faltaba Sánchez por tener su legislación propia en Educación y ahí llegó Celaá. La guerra en el Congreso se centrará en las banalidades de siempre: la educación religiosa o las materias relacionadas con la educación para la ciudadanía. Una vez más, el Congreso se centrará en las historias que sólo interesan a los políticos para poder confrontar izquierda contra derecha. Siempre es lo mismo.

Sin embargo, Celaá destaca de su ley que nos encontraremos con una educación "más personalizada" y que evitará la brecha de origen entre alumnos. Sin embargo, como ha ocurrido con leyes anteriores, se barrunta mucha más voluntad que esfuerzo, muchas más ganas de dar la patada hacia delante y aprobar el texto para poner la pica en Flandes que de dotar de medios a la Educación.

En definitiva, el grave problema con el que nos encontramos los docentes no es con que el marco legal sea más o menos favorable a unas materias que a otras, sino que es imposible sentirse defendido, respetado y acompañado cuando recurrentemente se nos entierra burocracia que, de un curso a otro, se convierte en inservible. No es serio que, otra vez, España apruebe -si es que llega- el texto de una nueva ley educativa que no refleje el consenso de una mayoría cualificada. Si se maltratan los cimientos culturales del futuro, será imposible construir una sociedad estable. El contexto es propicio para demostrar que pueden mirar más allá de sus narices y generar el consenso que se necesita.