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Sólo entonces

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Sólo cuando pase este tiempo de confinamiento, de calles vacías, de performances en los balcones de esta España aún machadiana, hoy más devota de un meme que "de Frascuelo y de María", pero todavía con "espíritu burlón" a ritmo de "charanga y pandereta"...

Sólo cuando pase el atronador silencio de los colegios, trampantojo de vacaciones escolares, triunfo de la tablet frente a los padres y alumnos con más tareas que antes...

Sólo cuando pasen los mil estrenos diarios de historias cotidianas con el Resistiré como banda sonora, y los supermercados repletos de todo lo de siempre, incluido el papel higiénico, más todo lo de ahora, toallitas para el carro, hidrogel para las manos, consejos para el acaparador, colas para el impaciente y distancias para el invasor de proxemias ajenas...

Sólo cuando pasen, si es que pasan, estos días de mascarillas, de saludos a distancia, si es que la distancia no decide quedarse como okupa de nuestras vidas, de abrazos virtuales por las redes que raramente se convertirán en reales cuando, de verdad, nos encontremos frente a frente...

Sólo cuando pasen las inauditas caminatas con nuestro perro, único fiel a nuestros excesos y a nuestras desganas, hora pensativo, hora intrigado, quizás preguntándose quién obró el milagro de convertirlo en protagonista y de mantener en casa a todos los miembros de su manada...

Sólo cuando pasen los aplausos, que ya tardan en pasar, de los que como sanitario no acuso recibo porque no soy un héroe y porque no es un mérito, sino una obligación, hacer bien nuestro trabajo, como siempre, sin miedo (con EPIs adecuados, por favor), sin aspavientos y sin saludos al tendido...

Sólo cuando podamos volver a casa tras una guardia en urgencias y compartir algunos besos y abrazos con nuestras hijas, ojalá que pronto, ahora que todavía los necesitan y se dejan, sin pensar en su contagio, que nos dolería más que el nuestro...

Sólo cuando pase, que pasará, el recuerdo de una cuaresma empujada por esta primavera irreverente que no entiende de tristezas, ni de muertes, de una Semana Santa sin operación salida, sin tambores y cornetas, sin esquís y sin remontes, sin tronos, sin montaña, sin playa y sin saetas...

Sólo cuando pasen, si es que pasan, las comparecencias de nuestros gobernantes con sus previsibles y huecos soliloquios, encantados de escucharse en salas desiertas, en ruedas de prensa con preguntas envasadas y elegidas para consumir a la carta, ante una pantalla que no repreguntará, ni provocará, ni insinuará, ni les sonrojará...

Sólo cuando pase el dolor, que no pasará, por no poder despedirnos de los nuestros como siempre lo hicimos, por no poder compartir un abrazo con los que quedan, ni una palmada de ánimo, ni un hombro sobre el que llorar de rabia o de pena...

Sólo cuando pase la incertidumbre, si es que pasa antes de morir de olvido, sobre un virus del que albergamos más dudas que certezas, que nos recuerda que estas cosas no siempre y no sólo le pasan a los otros y en lugares lejanos, sino también a nosotros, aquí y ahora...

Sólo cuando pase esta pandemia, mucho después de que nos mientan y nos digan que ya ha pasado, que nos ha clasificado en jóvenes y en viejos, como si toda una vida pudiera resumirse en una edad, como si un número pudiera juzgar nuestro pasado y decidir el final de nuestro camino...

Sólo cuando pase, si es que pasa, esta dramática cesión de nuestra ya exangüe libertad, exigida desde un urgente estado de alarma, entregada desde un paralizante estado de miedo, ante la irracional necesidad de un imposible estado de seguridad personal, que nadie nos puede garantizar...

Sólo cuando tengamos la certeza, si es que llegamos a tenerla, de que las secuelas de esta plaga (esas sí que dolerán, con ese dolor crónico al que uno acaba acostumbrándose) serán gestionadas por nuestros gobernantes, sea cual sea su color político, desde la grandeza ética y moral, desde el respeto a nuestra individualidad para fraguar y forjar nuestro destino y no convirtiendo el miedo colectivo en una coartada indecente para implantar modelos políticos, económicos y sociales que no nos harán mejores personas...

Sólo cuando el paso del tiempo nos permita, si es que nos lo permite, valorar las cifras de este drama, sin el sesgo de pérdidas tan próximas que invalidan los datos, sin esta ingente cantidad de información en la que se confunde lo cierto con lo posible, la verdad con lo deseable y la información veraz con lo que a alguien le conviene y decide que hay que contarnos...

Sólo cuando ante nuestra conciencia, si es que somos capaces de escucharla sin convertirla en otro monitor de plasma, respondamos que en nuestro ámbito personal, familiar, profesional..., sin camuflarnos en la indulgencia del colectivo, hacemos todo lo que podemos y debemos en esta pandemia, sin claudicar...

Entonces, sólo entonces, podremos cantar, gritar y sobre todo creer firmemente que somos "como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie".