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Gobierno fake

Consejo de Ministros extraordinario.

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Dice Federico Jiménez Losantos en su Memoria del comunismo. De Lenin a Podemos que el comunismo fue, para los de su generación, una teología de sustitución. En la España de los cincuenta había tres agentes, “motivos de agradecimiento” para el autor, por los que se tenía que sentir gratitud: Dios, los padres y España. A Federico le ocurrió que muy pronto, sólo contaba con dieciséis, perdió a su padre y, desde entonces, abandonó la fe. Ese lugar lo ocupó el marxismo que, a través de Labordeta, ese joven muchacho de Orihuela del Tremedal fue absorbiendo poco a poco. La ideología pasaba, de esta manera, a ocuparlo todo, llegando a tener más fuerza que el propio mensaje de aquel judío que fue, en efecto, el primer revolucionario del mundo.

Han pasado setenta años del nacimiento de Losantos y España, después de dejar atrás la dictadura nacionalcatólica y abrazar la causa democrática –gracias a los franquistas, claro–, sigue igual. O peor. Tenemos 13.000 muertos sobre la mesa y lo que sigue importando, dando de comer a más de uno, en el sentido más literal de la palabra, es la ideología.

Si el nacionalismo de Torra, antes de Pujol, nos advirtió que hay catalanes de primera y catalanes de segunda, la Izquierda, a través de este Gobierno socialcomunista, aunque más comunista que socialista, ha vendido, con éxito, que también hay víctimas de primera y víctimas de segunda. Las víctimas de primera las abandera el perro Excálibur y las segundas son las que, por el coronavirus, nos están dejando de manera abracadabrante, para el Gobierno de Sánchez que ostenta Pablo Iglesias, y de forma triste e indignante, aunque lógica por los hechos que se advirtieron, para el resto.

Lo que ocurre es que, para esta gente, el drama se produce cuando hay un muerto, quizá dos, tal vez tres (a poder ser, cuando no gobiernan); más allá de eso, cuando los fallecidos se cuentan por centenares, incluso por miles, el número en sí es irrelevante, una estadística más, como rezaba la frase que se le atribuye a Stalin y que tan bien recogía en estas páginas Cristian Campos.

Y no es el número, que también. Es la irresponsabilidad, la ineptitud, la total incompetencia y, en fin, el orgullo en la ignorancia, sumado a la soberbia más vanidosa que existe sobre la faz de la Tierra, de esta banda (vae victis!, o ¡ay, Rivera!, en castellano) que nos desgobierna. Es indiferente que el folletín oficial socialista, el otrora El País, hoy mejor conocido como Lo País, anunciara, a finales de febrero, que la Organización Mundial de la Salud alertaba de la que se nos venía encima.

A Pedro Duque, que se quedó más chulo que un ocho al soltar en Moncloa que ni se nos ocurriera quejarnos, porque la gente mayor que ha muerto podría haber muerto antes de no estar aquí, le informaron de esto en enero, un escenario que el Gobierno desoyó abiertamente, ya sin tapujos, fuera caretas. Echániz, médico de profesión y Consejero de Sanidad con Gallardón y Cospedal en Madrid y Toledo, preguntó al Gobierno, registrando una solicitud en el Congreso, cómo afrontaba la situación y reclamaba al Ministerio de Sanidad informes que tuvieran como objetivo “el Protocolo de actuación diseñado y aplicado por dicho Ministerio para garantizar la salud pública frente al coronavirus detectado en China”. Era enero, insisto.

Iván Redondo, entonces, se puso a trabajar, o a trazar estrategias, como dicen los cursis, progres todos, para entretener al populacho. No me negarán ustedes que tiene su punto observar cómo nos ha mentido, sin vergüenza y descaradamente, todo el corifeo periodístico: es una gripe, el alarmismo, todo bajo control, esto es algo pasajero que olvidaremos en abril…

De ahí se pasó a exculpar al Gobierno, aunque las portadas de Soledad Gallego son insultantes y deja a este Gobierno por los suelos, para, ahora, pedir que nos quedemos en casa. Somos La Sexta, Cuatro, la Cadena Ser, somos Antena 3 y Movistar, somos Ferreras, Ana Pastor, Susana Griso, somos Broncano y El Gran Wyoming, somos Televisión Española, Telecinco y elDiario. Son los voceros oficiales, la prensa felatriz y las televisiones serviles. Las que acaban de embolsarse quince millones de euros, pese a tener cuantiosos beneficios y negocios claramente ilegales, gracias al tándem Rajoy-Soraya.

Estamos en abril, esto ha venido para quedarse y el impacto económico está siendo letal. Daniel Lacalle, futuro ministro de Economía, daba datos escalofriantes en una reciente entrevista con El Mundo. El presidente del Gobierno sólo sale a lucirse, tiene a su particular comisario de comunicación para que filtre las preguntas que debe responder y la Izquierda culpa a Ayuso de su gestión al frente de la Comunidad de Madrid, con el hospital de Ifema que ha sorprendido al mundo entero.

La Derecha es culpable, a pesar del mando único del filósofo Illa, dizque ministro de Sanidad. Lo importante, en cambio, es que los niños se están lavando las manos muy bien durante las últimas tres semanas. El agua corriente, se ve, también es un milagro socialista. Al menos en España.

Fíjense lo importante que es la ideología en la España sanchista, que el Gobierno antepuso la manifestación del 8 de marzo a la vida de los ciudadanos, también ciudadanas, ciudadanes todos. Ana Pastor ocultará los datos de contagio durante esos días, pero la realidad es la que es. La máquina propagandística produce tanto asco que hemos vuelto al escenario del 11-M, cuando asediaron las sedes del PP y se decía que teníamos un Gobierno asesino, ¡la víctima era el verdugo!

La Oposición, principalmente el Partido Popular, sigue siendo cómplice por miedo de esa campaña nauseabunda, orquestada por Ferreras y teledirigida por Prisa, siempre los mismos. Rubalcaba (Q.E.G.E.) dijo en aquel momento que España merecía un Gobierno que no les mintiera, por las informaciones que trasladaba el Gobierno Aznar acerca de la autoría del atentado y sus vinculaciones con ETA, que llevaron al PSOE a un punto de extremismo manipulador inaudito.

El problema lo tienen los que, en 2004, decían que no nos merecíamos un Gobierno falsario, cuando ellos, ahora, conforman un Gobierno que es un fake en sí mismo, con un presidente que, por no hacer, no ha hecho ni su tesis doctoral. Amén de demostrarnos, cada día, en cada comparecencia que realizan, y en un español pésimo, lo inútiles que son. Sin embargo, ahí están, al mando, con el que quieren someternos y por el que harán cualquier cosa con tal de perpetuarse: tienen pocas ideas, confusas, eso sí, pero el plan lo tienen muy bien estudiado. La imaginación, siempre en el Poder.

Si Ismael Serrano imploraba a su padre que le contara las hazañas de su generación, durante el mayo del 68, creo que tendrá que ser alguien de los noventa, mi promoción, la que componga una canción relatando lo maravilloso que fue el coronavirus con este Gobierno, que ya ha dado respuesta a Sabina: han sido ellos, lerdos e ignaros y siempre altivos, quienes nos han robado el mes de abril.

También la democracia, porque el Parlamento está cerrado, pero qué esperar de un país donde se ha normalizado que los periodistas no puedan preguntar abiertamente, sin cortapisas, o donde se ha impuesto la omertá a la Oposición. Es el triunfo, aplastante y sin piedad, de la ideología. Caminamos hacia el sueño comunista.

Para desgracia nuestra, no tenemos a ningún Federico, que se curó del mantra carcunda definitivamente con su viaje a China; tampoco a Albiac, cuyas vivencias en el París sesentayochista le dejaron claro que ser de izquierdas no era tan noble y bello como parecía.

Nos queda Almeida, al que perdonaremos su condición de atlético. Y también Amancio Ortega.