Título de un fallido acto teatral que elegí por simpatía hacia una de sus intérpretes.
Todos los lugares comunes de la ultraizquierda buenista. Insoportable victimización de la mujer y demonización del hombre, concurren reiteradamente.
Recurso muy vulgar a todas las mujeres maltratadas, malheridas, asesinadas.
¡Los hombres aplaudiendo, pelotas!
Todos los tópicos usados para calumniar a los conservadores.
Supongo que habían conseguido una subvención y se vieron en la coyuntura de adular al donante. Un panfleto venenoso muy distante de una obra de teatro con valores literarios y humanos.
Pero entre col y col se adoctrina sibilinamente a la masa que no discierne mucho y quiere estar en la pomada, y ser muy moderna y muy buena. Y que vota.
Hay que ver el mundo como te lo muestran: o sea, partido en dos y enfrentado para que ganen los parias de la tierra, que por cierto nos la van a dejar buena.
Me parece difícil retomar el rumbo de la sensatez, cuando llevan tanto tiempo sembrando toda esa locura. Hay una masa cada vez mas amplia, desorientada, estupidizada, catequizada por puro esnobismo, y situada en opiniones estultas, ideologizadas e interesadas por quienes quieren beneficiarse de esa desorientación.
Salí horrorizada al ver cómo ese modo insidioso de influir va calando en masas cada vez mas numerosas. Observando que quienes influyen así desde el teatro, estén haciéndolo también desde la escuela desde hace mucho tiempo, y sin que nos demos cuenta, van logrando desorientar y alejar a la masa de los valores mas altos, para poner el nivel de aspiraciones en lugares como poco deleznables.
Las vulgarísimas alusiones a políticos y a actitudes conservadoras, indignantes.
Salí disgustada, desesperanzada, pesimista. Este es el daño que hacen estos postmodernos y que empieza a parecer irreversible.
Llorar no es una solución adecuada.