Se equivocan los que piensan que Pedro Sánchez quiere ser investido por encima de vivos y muertos, para mantener su estatus. Si fuera así, habría apoyado la idea de Inés Arrimadas, más sencilla, más estable y con menos riesgos.
Hoy releía lo que escribí hace dos años sobre el 11M, sobre esa conspiración que entonces se hizo visible y mañana puede ser el primer gran peldaño de su proyecto.
Vivimos en un mundo al borde de la III Guerra Mundial y hablar de conspiraciones resulta de locos cuando, en realidad, cada pequeña o gran guerra ha llegado con una conspiración. También después de la Primera Guerra Mundial se vivieran los locos años 20 de despreocupación, como si eso de las guerras ya fuera cosa del pasado. Ahora, como el foco está en Oriente Medio, “a los inteligentes y cultos occidentales nos resulta cosa de otros, de esos musulmanes a los que tanto les gusta incordiar”. Como el fumador que piensa que de algo hay que morir, aunque en realidad es que está convencido de que eso del cáncer es algo que les pasa a otros no a él.
No conozco el final de la escalera, prefiero pensar que mis ojos no lo verán y negar a la imaginación el privilegio de vislumbrarlo, pero con menos dinero en nuestros bolsillos, más dependencias del estado, físicas y mentales, y sin la España que soñaron nuestros abuelos y que nosotros empezábamos a disfrutar, mucho me temo que solo unos privilegiados, entre los que se encontrarán nuestros “picapiedras”, podrán disfrutar de paisajes de ensueño. Sin embargo, es muy posible que tampoco ellos lleguen a ese punto, son demasiado simples para ver todos los tentáculos de la conspiración. Ellos caerán y nos arrastrarán en su caída a ese Apocalipsis del que bromeaba Pedro Sánchez. Como que fuera necesario que se provocara el fin del mundo para que con un par de millones más de parados no llegara ese Apocalipsis a miles de hogares. Como que los que han sufrido la muerte de un padre, un hijo o un marido a manos de ETA no tuvieron ya su Apocalipsis. Como que Atocha no fue la viva imagen del Apocalipsis el 11 de marzo de 2004.
No, señor Sánchez, no se ría de las conspiraciones, ni del Apocalipsis, mientras no tengamos blanco sobre negro todo lo que se movió para empezar con el 11M a destruir nuestras vidas.