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Combatiendo la impostura

Manuel Chaves y José Antonio Griñán.

Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Efe

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El PSOE es salpicado por un caso de corrupción. La sentencia de los ERE, en consonancia con lo sospechado, ha venido a ratificar que los máximos dirigentes andaluces Chaves y Griñán eran plenamente conscientes de los actos ilícitos que se llevaban a cabo bajo sus mandatos. No obstante, las acusaciones parecen diluirse en ideas de regeneración y de cambio. Una pregunta puede asaltarnos: ¿Es este un pretexto expiatorio factible?

No son pocas las veces que se ha esgrimido en ciertos medios que no se puede culpar a Sánchez o a su administración de algo ocurrido cuando el actual líder del PSOE no llegaba a la treintena y, por supuesto, aún no era presidente del gobierno. Por parte de la derecha política, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, ha atendido a los medios de comunicación, señalando la necesidad de que Sánchez dé explicaciones sobre la posición de su partido acerca de una incómoda verdad: la corrupción es también patrimonio socialista. Los casos difieren, cierto es, y, por ejemplo, la trama Gürtel no tiene las mismas características que los ERE andaluces.

Sin embargo, hay un común denominador, un punto de coincidencia que es judicialmente irrebatible: los representantes de ambos partidos realizaron actividades ilícitas apoyados en fondos destinados al beneficio público. Dicho en plata, tomaron lo que no era suyo; y este es un asunto que atañe a la formación (definible, por tanto, como problema institucional). Se llamó al PP "mafia" y "organización criminal". Somos muchos, además, los que sostenemos la idea de que el PP ha de traspasar un proceso de purga o regeneración honda antes de ser, de nuevo, una opción política que tener en cuenta. ¿Por qué iba a ser distinto en el PSOE? El dinero destinado a asuntos sociales fue desviado a causas de interés particular. Esto es una traición al vínculo de confianza que se establece entre el votante y el votado, que es el primer y más sólido principio de la democracia. Sin confianza, no existe un sistema fiable. La corrupción es, quizás, el único pecado verdaderamente imperdonable en lo que a la gerencia institucional toca.

Ahora bien, la sentencia judicial y la sentencia social son conceptos hermanados en el tiempo y en el espacio. Son balas que hieren a toda la sociedad, pues siempre es severo para el votante comprobar la inmoral incompetencia y la bajeza ética de sus cargos públicos, pero, ¿qué plaza ocupa en este monovolumen de sentencias la condena política? Siendo, como vimos en los meses previos a la moción de censura que descabalgó del gobierno al expresidente Rajoy, tan intransigentes PSOE y UP con la presencia de un partido herido por la corrupción en los mandos de un estado moderno, podríamos intuir que la repulsa ante este caso particular de latrocinio tendría que ser unánime e inmediata. Esto no solo no ha ocurrido, sino que se ha visto enmascarado con tímidos comentarios por parte de líderes como Pablo Iglesias, con evasivas declaraciones de José Luis Ábalos (diciendo que el PSOE no ha sido investigado) y con una heladora incomparecencia del presidente en funciones, que continúa con la abstinencia mediática que arrastra desde la campaña electoral. Como una continuación del circense espectáculo que vivimos, meses atrás y en primera persona, en las "negociaciones" entre las izquierdas, con la ulterior aparición estrella de un pacto sorpresa a escasas horas de haber concluido el escrutinio de los votos del 10N, parece que asistiéramos a una condena reblandecida, menos palmaria. De repente, la antigua sociedad, utilizando palabras de Pablo Iglesias (otrora adalid incorruptible de la lucha contra la casta), ha dado paso a una "España que ha cambiado, y no volverá a tolerar la corrupción".

Las circunstancias que rodean el caso de UP son especialmente dolorosas. Este nuevo partido era el instrumento del cambio, la herramienta del pueblo (su "demos" de "Podemos") para decir "no" a la casta y a cualquier sombra de mecanismo defraudador. Podemos e Iglesias asaltarían los cielos. Ahora, años después, UP pacta y se afianza en un gobierno de coalición con un partido de la vieja política, y trata de enmendar su incoherencia con un trasnochado discurso que supura una tolerancia antes inconcebible en la organización. No sé en qué piso del cielo está la trama que ha condenado a los dirigentes del Partido Socialista. Dante Alighieri, en su Comedia, destinaba el lugar más horrible del inframundo a los que vulneraban el sacrosanto acuerdo que se establece en el depósito de la confianza. El pacto es, sin duda, curiosa forma de asaltar los cielos.

¿Es, por tanto, regeneración igual a perdón? Bajo la batuta del PSOE se ha cometido un atraco sin precedentes. No es preciso cortar toda relación gubernamental con Pedro Sánchez, pero, si hemos de juzgar la corrupción, hagámoslo con todas las de la ley. Puede que no logremos acabar con esta mácula mediterránea, pero podemos conquistar, al menos, algo de honradez para seguir combatiendo la impostura.