Opinión

El Joker de Via Laietana

Fotograma de 'Joker'.

Fotograma de 'Joker'.

  1. Opinión

Hace unas semanas asistimos al estreno de una de las películas que mejores críticas han cosechado en los últimos años: Joker. Volvía a nuestras vidas este perturbado villano capaz de aleccionar a la raza humana desatando su locura sin complejos.

Curiosamente, días más tarde España vivía la materialización de un triunfo judicial que demostró que nuestra democracia es un sistema garantista de derechos y libertades.

La sentencia del ‘procés’ ha supuesto un jarro de agua fría sobre un colectivo criminal cada vez más desinhibido y que hasta ahora había gozado de una impunidad inimaginable en cualquier país moderno que abogue por la igualdad de todos sus ciudadanos.

A lo largo de estas oscuras semanas en las que hemos presenciado con estupor cómo parte de la sociedad catalana ha tomado las calles de forma violenta y desaforada, devorando las entrañas de nuestro Estado de derecho como un monstruo primitivo y famélico al que han desamarrado sus propios creadores, he experimentado una extraña clarividencia que me ha permitido construir una analogía entre Joker y los verdaderos instigadores de esta revuelta que parece que no ha hecho más que empezar pero que, en realidad, lleva décadas gestándose ante la mirada negligente de nuestros políticos.

Si rodeamos con un aura de psicopatía el hostigamiento ejercido por parte de la clase política a determinados sectores sociales, tendremos en nuestro poder una bomba de relojería difícil de neutralizar. Así podríamos resumir una de las muchas enseñanzas que Todd Phillips nos deja en su cinta y cuyo contenido nos puede proyectar directamente hacia el origen y la razón de ser del nacionalismo catalán.

Arthur, harto de formar parte de una sociedad que lo mantiene al margen por ser un don nadie, decide, al ver truncado su sueño delirante de ser una gran estrella, emprender una cruzada casi poética contra los que bajo su punto de vista son los culpables de todos sus males. Justificada, eso sí, por la patente brecha social entre ricos y pobres y cuya finalidad aparente es la de restablecer el orden que cree legítimo y necesario en Gotham.

Una primera similitud se deja entrever si retrocedemos hasta esos años en los que un Jordi Pujol ambicioso construía una fortuna proveniente del expolio ilícito e indiscriminado a sus propios compatriotas. Fue entonces como, mientras sobrevolaba paraísos fiscales, empezó a rumiar el temor inequívoco de que llegaría el día en que los planes de futuro que tenía para él y su clan se verían obstaculizados por algún inoportuno juez que decidiese investigar la procedencia de su dinero. Ahí empezó a cultivarse la semilla paranoide del Joker español.


Sin embargo Arthur, que no era un buen influencer, necesitaba un altavoz para poder llegar a aquellas personas susceptibles de seguirle fuera donde fuera y así poder consumar su venganza contra un mundo y una sociedad injustos con él. Necesitaba ser extravagante y visual. Necesitaba un argumento claro y convincente que no defraudase a aquellos que vivían inmersos en un sistema que no les garantizaba un mañana próspero. Solo hacía falta un “click” en cabeza ajena, limpio y certero, para desatar la tormenta perfecta. Y así fue como logró, casi por accidente, hacerse un pequeño hueco en un medio con cierta repercusión social. Consiguió hacer rebotar sobre sus butacas a una ciudad entera que noche tras noche se mantenía alienada con las simplezas de un programa de televisión vacío de contenido, pero que ese día pondría un sonado y doloroso punto y aparte sobre Gotham.

Por su parte el pujolismo, además de labrarse uno de los historiales de corrupción más grotescos de la historia de la democracia, se caracterizó también por hacer de los medios autonómicos y de las instituciones públicas una agencia de marketing particular que durante años ha emitido una publicidad de valla poligonera, monótona, recalcitrante y supremacista, que a día de hoy ya traspasa toda frontera ética y legal.

Ahora, tras años de abandono e inacción por parte de los sucesivos inquilinos de La Moncloa, el espíritu de un Joker malévolo y estratega ha evolucionado y enraizado vigorosamente en los corazones de miles de catalanes que, ciegos, están preparados para tomar a las calles y recurrir a las armas las veces que sean necesarias con el fin de combatir las injusticias que creen que están sufriendo, consumando así una irracional vendetta cuya consecuencia principal será una sociedad definitivamente segregada en base a su manera de pensar.

Convergència sigue viva. Los del 3% son ese payaso tintado de victimismo que ha conseguido amalgamar a la burguesía catalana, rencorosa y sedienta de venganza, entorno a un concepto personalista adecentado con remiendos y abalorios, para que tanto esta como todos sus subalternos sigan las directrices de un grupúsculo de tiranos que han dejado la puerta abierta a la cronificación de las protestas violentas que les permitan desviar la atención mientras saquean tranquilos las arcas públicas.