Ante la crisis en Cataluña, los líderes políticos de cualquier signo están más preocupados de buscar culpables o de mejorar sus resultados electorales que de encontrar soluciones. Si estos se examinaran de Gestión de Crisis estarían suspensos.
En la gestión de una crisis la ciudadanía espera que los políticos le aporten soluciones. Cuando la crisis todavía está caliente lo que menos esperan es que le señalen un culpable o que echen más leña al fuego.
La crisis en Cataluña no debe servir para que los políticos se vean con las manos libres para actuar con impunidad contra el Estado de Derecho. Tampoco para que políticos de todos los signos hagan declaraciones electoralistas que, en vez de dar soluciones, agravan más el problema.
Hace falta que los partidos constitucionalistas dejen atrás sus intereses electorales para consensuar unas respuestas firmes y dentro de la Constitución.
La crisis catalana viene de lejos. Son muchos años de adoctrinamiento en la enseñanza en Cataluña, de chantaje del nacionalismo catalán al Gobierno de España, de políticos que un día buscan la confrontación entre Cataluña y España y al día siguiente lo contrario. No existe un único culpable, ni de ahora ni del pasado, y no es lo más sensato señalarlo.
Hacen falta soluciones complejas y para el medio-largo plazo porque el problema está tan asentado que no se solucionará de un día para otro.
En base a ello, hay que considerar a los políticos tanto españoles
como catalanes, independentistas o no, suspensos en gestión de crisis.