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El reto rocoso de los refugiados

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Los refugiados se han convertido hoy en uno de los grandes retos de la globalización. Si consideramos los Estados fallidos y sus conflictos internos, las guerras, las persecuciones religiosas, los Estados autoritarios, su falta de libertad y su represión interna, los desastres climáticos, y el ansia de mejora humana, tendremos el cuadro generador de este tipo de flujos.

Si a estos hechos les unimos los actuales sistemas de comunicación digital que han convertido el mundo en una “aldea global”, que nos decía Mac Luhan, la facilidad del transporte entre continentes, la existencia de redes de apoyo familiares y las organizaciones de la trata y el tráfico de personas, tendremos el cóctel perfecto para “salir de” o “ir hacia”.

Las migraciones motivadas por temor fundado persecución, son tan viejas como la humanidad, siempre han existido y siempre existirán hasta que los países sean capaces de avanzar a un estadio ético y político superior. Sin embargo la mutación que hoy afecta a los movimientos migratorios tiene también que ver con el cambio de paradigma que está afectando a la humanidad, provocado por el proceso de globalización, cuyos efectos perversos también alimentan los conflictos.

La internacionalización del capital y la economía, está afectando a la concepción del trabajo y a su nueva distribución y estabilidad, e incide en la libertad de circulación de capital, bienes y servicios, y consecuentemente ha alcanzado a las personas.

En ese contexto, con políticos que han quedado desbordados ante el ímpetu de la presión migratoria, se ha lanzado el tema a la palestra pública, sin diseccionar ni distinguir refugiados de inmigrantes (económicos), por lo que el tema migratorio ha sido fácil presa de líderes populistas y “buenistas”, una de las variantes del populismo, que lo manejan como “cabeza de turco” para sus intereses partidistas.

La corrección política de los partidos tradicionales que modulan el lenguaje e impiden hablar, con toda la crudeza que exige la realidad a quienes la viven, tampoco ha ayudado a encauzar, ni a limar las agujas más espinosas con que aparece este desgraciado fenómeno humano.

Si además, le añadimos la generalización de la violencia, que se ha extrapolado desde los países en conflicto a las sociedades avanzadas, es posible entender ya, el aumento de la “sociedad del riesgo”, de Beck Ulrich, y el desasosiego los hechos referidos, dada la inestabilidad en el trabajo, suscitan en un ciudadano precarizado.

No queremos, por último, omitir la brecha cultural que supone de pronto la convivencia con personas educadas en marcos referenciales diferentes, que hoy, si así lo desean, pueden vivir inmersas en ghetos particulares sin verse obligados a participar plenamente en la construcción de un espacio de bienestar común, y pueden quedar estancados, o seguir siendo teledirigidos, desde sus países de origen, o desde redes y células activistas interiores.

Vicente Riesgo, sociólogo especialista en temas migratorios en Alemania señala la hipocresía, de algunos políticos españoles y organizaciones voluntarias “Si se cuestiona el derecho del Estado a cerrar fronteras, nos dice, entonces habría también que cuestionar el derecho a la propiedad privada, y preguntarse el porqué determinados políticos populistas tienen derecho a que les protejan su casa, y el Estado no tiene ese derecho”.

Bruno Ducoli, filósofo de las migraciones, desde Italia nos recuerda” me parece que las migraciones irregulares son un problema para todos, católicos y no católicos, instituciones públicas o privadas. Existen razones válidas que no deben ocultarse a través de la fe o de la ideología, ni pueden utilizarse estas como argumento para evitar las obligaciones de respeto por las decisiones públicas”.

“Dicho esto, si lo que tenemos es un Estado que no tiene capacidad ni la fuerza para devolver a las personas inmigrantes cuando acceden a nuestro país, de manera irregular, no se puede pretender que no están aquí, por lo que alguien, en la lógica de la buena vecindad, debe tener cuidado de ellas y atenderles como a seres humanos que son, y para evitar las consecuencias desagradables que pudieran surgir, al no ser atendidos”.

Urge la identificación y priorización de los refugiados a la hora de la acogida, deseablemente recogidos desde los lugares de conflictos y reasentados, para evitar sean traficados, y las medidas arbitradas, para favorecer su integración, deberían llevar aparejadas algún tipo de contraprestaciones y colaboración cívica por parte de los mismos.

Por último, nos recuerda el Sr. Riesgo, está el comportamiento de los propios refugiados. "Con episodios cómo la noche de San Silvestre, con múltiples intentos de violación por parte de refugiados e inmigrantes, cambió la actitud de la sociedad alemana hacia los refugiados y facilitó el auge de sectores de extrema derecha en algunos partidos políticos".