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La sociedad condenada

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No hay un bozal a medida de nuestras grandes bocas, no tenemos un colorido recorrido de empatía y humanismo más allá del vendido por series de televisión, películas o videojuegos -imaginen qué esperpento- no hay un solo día que el mundo permanezca tranquilo y satisfecho, no hay un solo momento que en este país no haya una crítica con hacha afilada para cortar la cabeza del que está al lado, no hay un solo amanecer que la razón humana sea perfectamente utilizada para lo que se nos dotó.

Sin más que novedades desastrosas alrededor, soluciones con parche en la política social y vida cotidiana, problemas de estigma, prejuicios, la opinión dominante a la vez es la más irritante, no hay más espacio para otras opiniones; es así porque muchos dicen que es así.

Comportamientos egocéntricos hasta el delirio, actuaciones vanidosas, el día a día convertido en un témpano de hielo, como somos, como nos hemos vuelto, helados ante cualquier injusticia, fríos ante cualquier grito de auxilio, tormenta ante cualquier opinión opuesta que se tenga.

Colaboradores de sensacionalismo, sectarios del egoísmo envidioso de más egoísmo, carroñeros de lo privado, sabios de los consejos más des aconsejables, ruina de tecnología, en nuestras manos mal usada e inyectada como heroína para no ver más allá de una pantalla, continua esa edad de hielo que ya nos dejó congelados ante todo.

Nuestra perdición y nuestro merecido, consecuencias de la actitud que tenemos y queda una larga lista de consecuencias que vivir… Ya no hay escándalos, lo más escandaloso sale todos los días como algo ‘normal’, ya no hay criticas, todos los días se insulta y veja, no existen críticas constructivas, no es lo que llevamos. Ya no hay respeto, pues meternos en la vida de los demás y juzgarla es un hobby, ya no hay ayuda, no es de nadie el problema, que le ayude otro y ese otro nunca llega.

Sociedad condenada a convertirse en algo parecido a un robot, manejado y maniatado obedeciendo órdenes sin sentido, solo para que le vuelvan a cargar la batería y al día siguiente lo mismo, como nosotros, la empatía y humanidad se han perdido, con lo cual solo nos queda que nos implanten un chip para por lo menos no hacer daño a nadie, no sentir porque no puedes sentir, no insultar porque no está en tu chip insultar, quizá nosotros seamos aún peores que un robot.

Esta visión de la realidad es exagerada pero por otro lado es a lo que estamos derivando con nuestro empeño a comportarnos como destructores, sí, destrucción social, humana, profesional, medioambiental… a nadie le importa, no habrá un equilibrio si lo de alrededor no está en orden. Por ello hoy esa realidad es exagerada pero mañana podría ser la realidad pura y dura.

¿En qué nos estamos convirtiendo? Sea lo que sea, aún estamos a tiempo.