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Elogio al PCE en tiempo de Podemos

Santiago Carrillo y Juan Carlos de Borbón, en una imagen de archivo.

Santiago Carrillo y Juan Carlos de Borbón, en una imagen de archivo.

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Tendremos que remontarnos a la Transición, periodo de nuestra democracia tan denostada en muchas ocasiones por la formación morada de Pablo Iglesias, para encontrar una muestra de generosidad absoluta y el ejercicio modélico de diálogo, generosidad y altura de miras entre dirigentes políticos de la izquierda, sobre todo de la izquierda minoritaria, que en aquel entonces, finales de los años setenta, representaba el PCE de Santiago Carrillo.

“Libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía” eran los pilares del tan complejo como modélico proceso en el ejercicio de la clase política como de sus bases. El movimiento obrero, los estudiantes de las Universidades, los intelectuales y la mayor parte de la sociedad participó de forma activa en este proceso de transición planeado desde la reforma y nunca desde la ruptura. El peso no sólo recayó en el Rey Juan Carlos y el presidente Suárez.

Leyendo lo que el profesor Santos Juliá nos señala en su espléndido ensayo "Transición. Historia de una política española (1937-2017)", Galaxia Gutenberg, 2017, uno entiende mejor la actitud política de Podemos, y en particular de su líder, Pablo Iglesias, tanto en la fallida investidura de 2016, como en la reciente de julio de 2019. Dejemos por el momento aparte los compañeros de Facultad caídos políticamente por el camino: Carolina Bescansa, Luis Alegre, o Íñigo Errejón, quien por cierto también participaron de esta crítica política al “Régimen del 78” aunque de manera modulada, para centrarnos de momento en el del propio Iglesias.

El Partido Comunista, afirma el dirigente Iglesias en uno de sus ensayos, se suicidó el compartir el mito de la transición pacífica y consensuada, cuando en realidad, la Transición fue “ese fenómeno por el que el sistema de poder establecido por los vencedores de la Guerra Civil se transforma sin que se alteren demasiado buena parte de sus condicionantes fundamentales”. (Pablo Iglesias, "¡Abajo el Régimen!", Barcelona, Icaria, 2013.)

Es decir, que poco menos que inútiles fueron los esfuerzos de aquel Carrillo llegado a España en la clandestinidad de la peluca, de aceptar la democracia en lugar de la dictadura del proletariado, algo ya instaurado en el eurocomunismo, o de converger con la monarquía constitucional, exhibiendo en uno de sus mítines la bandera monárquica en lugar de la histórica republicana. En definitiva, de renunciar a su programa de máximos para abordar el inicio de la construcción democrática.

Quizás queden en otro nivel y circunstancias histórica estos ejemplos para Iglesias y su formación, pueden opinar algunos, pero la crisis territorial en Cataluña, tan poco señalada en público pero igualmente trascendental en el transcurso de las negociaciones (de momento sólo he accedido al contenido de las negociaciones transcritas por el diario El País), hacían de este momento igualmente relevante para el futuro del país. Pero se trataba precisamente en mi opinión, de renunciar a un programa de máximos en favor del necesario ejercicio de Gobierno.

En definitiva, los dirigentes de la formación morada, a pesar de proceder en su mayoría de las Juventudes Comunistas, han aprendido y demostrado muy poco aprendizaje de sus mayores. Y pesar de que como señalaba el presidente del Gobierno en la sesión “procedemos de dos tradiciones distintas de la izquierda”, el entendimiento hubiera sido posible, sin la cerrazón y la pérdida clara de lo que supone gobernar desde la izquierda (no de “asaltar los cielos”).

Tan sólo la sensatez llegó en el último momento de la sesión de investidura por parte de Izquierda Unida, o en particular de Alberto Garzón, quizás por la tradición a la que vengo aludiendo durante todo el artículo, dispuesta a gobernar teniendo en cuenta en sólo los objetivos programáticos.

Nunca a un dirigente político a la izquierda del PSOE, o en una trayectoria distinta si se quiere decir de forma más precisa, se le había presentado una oportunidad política igual. Claro, que nunca ningún líder de la izquierda había calificado los ministerios de Vivienda, Sanidad o Igualdad como “decorativas”. Pablo Iglesias es ya un líder político amortizado, a medio o largo plazo. Toca mirar otros horizontes.