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Baruc seis sesenta y nueve o desencriptar el franquismo

Valle de los Caídos./

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“Como espantajo en melonar, que no guarda nada, así son sus dioses de madera recubiertos de oro y plata”.

Jeremías desenmascara la religión del miedo para los desterrados de Israel. Hoy la deriva de retorno pagano ha desembocado en una neo forma religiosa del miedo, bastante pragmática porque se apoya una capacidad planetaria de destrucción. Lo humano se debate de siempre entre el miedo y la confianza. El miedo dominaba la religión primitiva, sacrificial; y la confianza se ha liberado como misericordia en el cristianismo. Minar esta confianza liberada, siempre en el nombre de la libertad, nos sitúa de nuevo en las fobias; la atmósfera del miedo alimenta actitudes contra la vida, el terrorismo como política, el nihilismo, la evasión, las adicciones, la fragmentación de lo humano: el “humanismo inhumano de la modernidad”.

Los "ismos" del XX, son nueva construcción de ídolos, auténticos espantajos de melonar, nacidos para asustar, porque nacen del miedo a los otros. El franquismo, perpetuado en el tratado que nos introduce en la confrontación de los bloques, firma la ausencia completa de autonomía política, debilidad lógica tras una guerra civil. Esto es lo que necesitamos desencriptar, y al tiempo proyectar una recuperada identidad en una Europa que también debe optar por la confianza, en su mejor herencia, y superar el miedo.

El gobierno provisional salido de la moción de censura se ha centrado en una intención de apariencia política, sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos. Sin duda expresa más una necesidad que una opción, está en el ADN del socialismo que comenzó hablando de “OTAN no, bases fuera” y lo retiró inmediatamente, convirtiéndose en una clonación del socialismo alemán, en el status de los bloques como en el federalismo. Asumiendo así y prolongando la franquista ausencia de autonomía política. Lo que ahora denominamos crisis del bipartidismo es sobre todo la crisis de esa ausencia de esa autonomía.

Cierto que la política pasa por la mirada a la herencia incómoda del XX, pero no para desenterrar muertos y no saber qué hacer con ellos, sino para ir a lo nuclear. El tratado bilateral con los Estados Unidos, al introducirnos en el status de la disuasión del miedo, sostiene la “dictadura”, cuando en Europa se relee la democracia. Pero hay todavía un hilo de coherencia, porque en la atmósfera del miedo no se desarrolla la democracia; de hecho la democracia europea, que muy consecuentemente hemos clonado, también está en crisis, porque la democracia exige confianza: o “se fundamenta en la confianza o no será”.

El socialismo renunció a esta tarea y su federalismo clonado ha favorecido una proliferación de autonomías que contrastan con la crisis de presencia de España en el mundo. Es como si la enmascarásemos en unos endogámicos fuegos artificiales de las autonomías. Los nacionalismos, aquí como en el resto de Europa, son indicadores de la pérdida de identidad común inherente al fracaso del XX, con sus antecedentes. Ahora, o abandonamos esa deriva de no pensamiento, en la raíz de la provisionalidad, o avanzará la irracionalidad. La política exige política, lo del Valle de los Caídos, un mausoleo que pretendía sacralizar una guerra civil, es una cuestión más religiosa que política. Política es optar: confianza o miedo.