El informe Marlaska

Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior Efe

Un demócrata que esté firmemente convencido de serlo y entender qué supone ostentar y presumir de dicha condición ideológica, no puede ni debe excluir, condenar y hasta fomentar el odio de quienes no piensan como él. Ello supone negar la propia esencia de la democracia

Si ese convencimiento debe exigirse a cualquier ciudadano, no digamos ya a un representante público, y rizando el rizo, a un Ministro del Interior. 

El nuestro, el ex juez de la Audiencia Nacional Grande-Marlaska, tuvo a bien pre condenar, calentar los ánimos y después usar la violencia en su beneficio político en la celebración de un acto de reivindicación en el que Ciudadanos no sólo ha estado presente todos los años, sino que ha formado parte del ADN de su creación. 

El día del orgullo LGTBI, los representantes de Ciudadanos acudieron a la cita como todos los años. Allí fueron insultados, asediados y agredidos, lo sé bien. Odio y violencia se mostró por unos pocos, unos que dicen estar en la primera línea de fuego contra la intolerancia. Y lo peor es que, lejos de condenar la agresión, la misma fue justificada por el máximo garante y responsable de la seguridad de todos los españoles. Gravísimo. 

Un demócrata, si realmente lo es, también tiene la capacidad y hasta la obligación de pedir perdón si yerra, incluso, por inverosímil que parezca, de renunciar a un cargo público si lo ostenta con irresponsabilidad. No es el caso del Ministro del Interior en funciones. Este, imputando pactos a Ciudadanos que no han sido tales y amparado en un informe policial de cuya firma no sabemos nada, sigue manteniendo que lo que sucedió no sucedió, y que lo que dijo es justo y adecuado, a pesar del resultado que todos hemos visto. 

Insultos, coacciones, amenazas y sí, agresiones a los representantes, afiliados y simpatizantes de Ciudadanos. Agresiones que compañeros de la Policía Nacional tuvieron que repeler, y de los que nada se dice en esa gran mentira en forma de comunicado anónimo que huele a cocina de cloaca de Interior para justificar la no dimisión del Ministro en funciones. 

Sucedió, para vergüenza de todos, pero hay algo peor, y es la falta de condena del Gobierno y de muchos representantes públicos que dicen ser demócratas, pero no lo practican.