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Elogio a Domingo Pino Alcón, artista de sueños infantiles

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Es un chaval desgarbado, con poco pelo y barba  informal, de profesión Bellas Artes, actividad, emigrante español en Bulgaria.

Accidentado en un país pobre, es repatriado a España con honores de hijo sin trabajo, sin ingresos y, casi, casi, sin derechos. 

Artista de capacidad innata y formación seria, deambula por este pedacito de Europa, pinceles en ristre, buscando oportunidades.

En su patria, España, obligado a ser profesional autónomo, recoge las migajas del arte acudiendo a todo tipo de concursos publicitarios, a toda editorial que busque diseñadores de libros... A penas, sumando euros, consigue cubrir unos gastos que cualquiera, con un pelín de sentido común, consideraría injusto: asesoría mas, autónomos, mas locomoción, mas Internet, alrededor de 400 euros... sin trabajar.

Se vuelve a su segunda patria, Bulgaria, donde la “realidad humana” está por encima del interesado euro español.

Antes, con un sentimiento humano digno de un artista que vuela en sueños limpios, acude al Hospital Niño Jesús de Madrid. Allí con otros jóvenes de su mismo talante dibuja y pinta ilusiones para niños, que agarrados duramente a la vida, sonríen volando entre sueños empapelados que una juventud abierta les ofrece. Allí pasan las mañanas... sin autónomos, sin asesorías, sin Internet... solo haciendo sonreír al sufrimiento infantil entubado pero lleno de esperanza.

¡Gracias, Domingo Pino Alcón! A ti y a todas esas manos llenas de pintura amable que te acompañan.