Carta a Fandiño: dos años sin ti

Fandiño.

Seguimos bloqueados, Iván, anclados. Aún sin encontrar una explicación a tu partida. Las cosas por aquí han cambiado, pero algo sigue muy vivo dentro de los Fandiñistas, dejaste un inmenso legado del que no debemos ni queremos olvidar. Numerosas instantáneas y momentos que se quedarán para siempre entre nosotros como los que guarda y además con su generosidad comparte una de tus Fandiñistas. Tamara no duda cada vez que alguien le pide una foto tuya, “por él “dice siempre, sin buscar ningún tipo de protagonismo. Siempre dispuesta para que la gente te recuerde y te memorice en cada una de sus fotos.

Teníamos afición antes de ti. Seguimos teniendo afición después de ti. Pero nada es igual, personalmente cuando piso una plaza algo en mi interior cree que te falla. Sin embargo me repongo pensando que a ti te gustaría, que siguiera acudiendo a las plazas y siga apoyando este mundo que pocos entendemos, apoyando a tus compañeros y aportando para que esta “Bendita locura” siga viva.

No te imaginas la cantidad de homenajes y recordatorios a tu persona que se hacen. Estatuas, exposiciones fotográficas, libros… no hará que vuelvas, pero es precioso que después de dos años haya tanto movimiento.

Todo en recuerdo a ti y recordando tu arte y tu obra. Pero a mi me gusta recordarte haciendo lo que a ti más te gustaba. Torear, entrenar, machacarte, estar siempre en forma, alejado de la vida pública; formabas parte del campo,  tu sitio estaba ahí. Salvo cuando estabas en una plaza haciéndonos disfrutar con tu toreo puro, apasionado y siempre, siempre, sabio.

Te hiciste torero en pueblos, plazas pequeñas y portátiles, en capeas y saliendo desde las talanqueras. Ese mundo es algo que muchos desconocen, pero tú lo aprovechaste al máximo, pues esas eran las herramientas que la vida te dio para ser figura del toreo.

Una de tus  frases que más recordamos, es la que un día tu amiga Marta te dijo “Nadie dijo que fuera fácil”. Para ti no lo fue, desde luego que no, pero lo conseguiste.

Por eso me hice fandiñista, por tu capacidad de levantarte cada vez que te caías, por tu constante heroicidad. Conseguiste lo que pocos consiguen: una gran unanimidad contra ti; que, por cierto, ahora que ya no estás, muchos tratan de imitar. Quizá ahora seas más entendido que hace años.

No sé si hago mal al pensar que estarías orgulloso de que todavía la cuenta de @fandinistas en Twitter siga publicando una foto tuya diaria. Que cada vez que pide colaboración para que aportemos más imágenes o recordemos fechas clave, el ejército de leones y leonas fandiñistas responda masivamente. Y es que conseguiste que no solo fuésemos fandiñistas si no que nos sintiésemos fandiñistas y que se convirtiese en un movimiento que aún sigue vivo.

Para terminar te adjunto y con permiso del autor un fragmento de un libro en el que un Unamuno contemporáneo se somete a preguntas de varias personas destacadas de nuestra sociedad. El escritor y amigo mío fandiñista también me permitió preguntar sobre ti y aquí te dejo parte de su respuesta

“Fandiño, literalmente, era de los toreros que salían a por el “todo o nada”. Era un torrente de entrega, una ilusión desaforada por triunfar y dejar su nombre inscrito entre los más grandes de la Historia.

Y vaya si lo consiguió… Si el arte taurino son detalles más que números (y de estos a Fandiño le han sobrado, por cierto), me quedo con ese 13 de mayo de 2014 en el que ansiaba como nunca la Puerta Grande de Madrid y sabía que esta pendía de un hilo. Lo hizo de pronto, en un gesto de raza sin igual. Ante la mirada atónita de un público en absoluto silencio, en el preciso instante de entrar a matar, lanzó la muleta al suelo y se tiró sobre los dos pitones del morlaco, con su cuerpo desnudo como único madero al que agarrarse. El estocadón lo fue hasta la bola, agarrando al fin su sueño se salir a hombros en la plaza que siempre ha sido y será suya. Porque Fandiño, pese a la brevedad de su presencia, consiguió ser lo que muy pocos: “Un torero de Madrid”.

 Lo que ocurrió ese 17 de junio maldito pudo pasarle en cada una de las tardes en las que se vistió de luces. Bien sabemos que todos los toreros están expuestos a esa posibilidad, pero también aceptamos el hecho de que solo unos pocos escogidos son los que se entregan en cuerpo y alma a la opción de que les ocurra eso, a morirse de verdad. Lo de nuestro Fandiño no fue un accidente. Tampoco quiero decir que su destino fuera ese. Quién lo sabe… Quiero creer que tenía muchísimas más tardes en las que seguir aturdiéndonos con su estilo único, pero, sobre todo, necesito abrazar la idea de que fue feliz haciendo lo que hacía, siendo este, aunque doloroso, un cierto consuelo para los suyos.”

Nos veremos león.