El periodista
De tanto habitar la oficina vana,
le gusta, todo el tiempo que requiera,
alabar sus herméticas ventanas
y llevar sus cerrojos hacia afuera.
Como ignora que es ser republicano,
le cuelga al Rey y a la Reina San Benitos,
satisface así el morbo de los amos
y se jacta de ser el favorito.
Para el torno de salidas y entradas
es puntual, ovejuno y tan pastueño
que incorrecta será cualquier mirada
lejos de su mecánico gobierno.
De la consigna vive y de la rancia
levadura ensalzada de un partido,
fecunda siente toda redundancia,
estéril el rigor breve y preciso.
Es sombra de las órdenes ambiguas
que en su mente son claras y distintas,
las clona con su semen de semillas
imposibles. Feraces en la tinta.
¿Quién podrá huir de la tosca transparencia,
de su neutro y feroz metabolismo
emprendedor de toda impertinencia
sonámbula, en medio del Sol mismo?
Tal vez una farándula seremos
atados a sus viles marionetas,
al guiñol de un periódico vocero
fatuo, cretino, vulgar letra a letra.