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Más que estrés

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La vida de las personas pasa por “los tres Sanchos”: Cuando joven Sancho el Bravo, cuando adulto Sancho el Fuerte y cuando viejo Sancho Panza. Me da mucha risa pero es una gran verdad.

Cuando estás en la tercera etapa no te agobia nada eso que llaman estrés, pero nada. En el cuerpo no cabe la ansiedad y se procura transcurrir por cauces tranquilos, sosegados, apacible.

Solo evocando lo que ya no quieres recordar puedes obtener alguna noción de aquello.

Erase una vez una mujer valiente que amaba la vida.

No sabía que le habían puesto en una de las llamadas “listas negras” y tardó  en saberlo muchos años plagados de los mas amargos sufrimientos.

De pronto, cuando acabó los estudios, su vida empezó a llenarse de las mas increíbles contrariedades.

Para empezar fue calumniada del modo mas miserable: loca, roja, puta, etarra, eso en provincias cunde mucho, de manera que familia, amigos y conocidos comenzaron a abandonarla y dejarla sola, comenzó a oír disculpas, cualquiera a quien se dirigiera tenia una buena o no tan buena disculpa. Ahora las odia.

Alguien dijo en su cara, en presencia de su madre:

- A ustedes hay que dejarlas solas.

No era una afirmación baladí. Era parte de un plan. Pero eso no lo supo hasta muchos años mas tarde.

Después vinieron las contrariedades de todo tipo. Sola no tenía a quien recurrir y aquellos malvados campaban a sus anchas.

Un día en la piscina había muy poca gente. Al entrar oyó a sus espaldas:

- ¿Pero tú no sabes que a esa hay que joderla?

Alguien valiente le contestó:

- ¿Tú haces siempre todo lo que te mandan? A ella se le ensanchó el corazón al escucharlo, pero no se volvió.

En el agua solo había tres chavales que preparaban las pruebas de natación para presentarse a alguna instancia uniformada, que en vez de a entrenar se dedicaron a acosarla.

De nada sirvió que les llamasen la atención, tenían la salvaguarda “Green” del acuartelamiento vecino...

Era solo el principio. Se repitió muchas mas veces. Tuvo que dejar la natación.

Era muy buena en su profesión, que le gustaba mucho. Trabajaba infatigable y eficientemente e hizo mucho bien con el trabajo. Era lo único que le quedaba. También le segaban la hierba bajo los pies en este terreno. Tuvo que jubilarse antes de tiempo, porque supo que intentaban expedientarla.

Se ayudaba con el yoga y la meditación que había practicado durante 16 años y otras técnicas diversas con las que contrarrestaba el dolor inmenso de los desprecios, las humillaciones y la soledad en la vida profesional, personal y social. Siempre había alguien que ayudaba, y era una gota de agua en un océano de sed.

Un día llegó a casa y se arrojó de bruces sobre la cama y permaneció así unas 24 horas. Estaba dispuesta a dejarse morir. La lagrimas de su padre la hicieron reaccionar y aceptar un zumo. Había que luchar. La otra alternativa tampoco era fácil.

Aprendió a rezar. Pudo darle un sentido a todo aquello. Eran pruebas del destino en las que había que decantarse, acrisolarse y realizar las cualidades potenciales como contrapeso a tanto absurdo. Pruebas muy difíciles, casi imposibles a las que son sometidas algunas almas viejas.

Todavía en dos ocasiones mas quiso morir y al acostarse metió la cabeza en una bolsa de plástico. Pero igual que enemigos malos y miserables hay amigos buenos providenciales que ayudan cuando tan amargo es el cáliz.

Decidió vivir.

Se explicó a sí misma que uno es el héroe de su propia historia y que en las historias bellas el héroe solo muere al final y mientras tanto supera las pruebas, encuentra amigos que ayudan, se cura las heridas y aprende importantes lecciones.

De vez en cuando se retira de la lucha y si no se ha muerto puede con lo aprendido seguir defendiéndose de las acechanzas que no cesan mientras no desaparezcan las estúpidas, malvadas, crueles, canallas, criminales listas negras con las que se solazan y se divierten algunos espíritus  miserables que ha tenido la desgracia de tropezar en esta vida.