Europa en la encrucijada

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.

La Unión Europea se encuentra hoy en la encrucijada de ser o no ser, de continuar o desaparecer su proyecto creador. Pensar la Unión es contemplar las convulsiones a que este último bastión de democracia, pensamiento, libertad y solidaridad esta sometida.

Las fuerzas de la globalización económica y las derivas introducidas por sus efectos perversos, en lo que se refiere a la división internacional de trabajo y a los nuevos políticos emergentes, están desdibujando el proyecto europeo de los padres fundadores.

El grupo de Gargnano, al que pertenezco, (expertos que habitan en Alemania, Bélgica, Italia, España y Hungría) ha reflexionado esta semana sobre lo que nos esta pasando, ya que estamos a las puertas de unas elecciones y nos va mucho en ello. Trateré de sintetizar aquí algunas de sus reflexiones.

Bauman nos advertía de cómo la globalización ha significado que nos hallamos en unos Estados sin economía y en una economía sin Estados. Mientras en el mundo esta mutación se daba el proyecto europeo de unión política y económica fracasaba y la constitución europea se olvidaba.

Las fuerzas desatadas de la globalización obligaron a China a despertar de su letargo, único país en el mundo que supo ver en ello una oportunidad para poner en marcha a su población, salir de la pobreza, y articular, sin renunciar al comunismo como ideología, un tipo de capitalismo de Estado exitoso, y hoy, este dragón revivido amenaza nuestro modelo europeo.

El modelo europeo predicaba que la democracia, la solidaridad, la libertad de expresión y los derechos humanos eran los pilares sobre los que se edificaba el bienestar económico de la población

La propuesta alternativa de China nos dice que no es necesaria la democracia ni la libertad, ni la solidaridad, ni los derechos humanos para garantizar el bienestar económico de la población, sino que un país centralizado, que dispone de objetivos, estrategia y que ha sabido tejer en el globo una telaraña de intereses y que utiliza las reglas de juego a su favor, vulnerándolas cuando le conviene, se puede garantizar mejor tanto el bienestar económico de la población como su seguridad, aspecto este que, en una sociedad del riesgo, toma cada vez más relevancia.

China es por tanto la principal amenaza que hoy tiene la Unión Europea, una Unión que, desaparecidos  la generación de dirigentes que vivieron la segunda guerra mundial ha olvidado tanto las masacres cometidas en los dos guerras mundiales (unos setenta millones de muertos) cómo que gracias a esta Unión, Europa goza de setenta años de paz y prosperidad, el período más largo de su historia. 

El olvido de la historia y los efectos negativos de la globalización, en lo que se refiere a la nueva distribución del trabajo, cuya crisis afecta a muchos países, ha despertado en la Unión Europea la histeria actual y ha hecho emerger toda una serie de populismos e independentismos que ponen en riesgo y amenazan destruir, desde dentro, el proyecto europeo.

También acosan a la Unión otras fuerzas destructoras, entre las que cabe citar a Rusia, que posee influencia en algunos países, como Hungría, que juegan a ser caballo de Troya, y que con su democracia iliberal pastorea el grupo de Visegrad (Polonia, República Checa y Eslovaquia). Rusia, que intenta revivir su imperio, utiliza el argumento del miedo, dice que dispone de un arma, de poder letal, que no puede ser detectada por los radares, y su energía (gas y petróleo) utilizada como castigo puede sumir a una gran parte de Europa en un invierno perpetuo.

El desafecto y la debilitación del compromiso norteamericano por parte del actual mandatario de los Estados Unidos, ha dado una ducha de soledad a la Unión, y la enfrenta, por primera vez en décadas, a la obligación de crear un sistema  propio de defensa.

Asimismo, el desprecio mostrado por la Unión Europea a la espiritualidad humana y su avanzado proceso de laicidad, facilita el que, un parte importante de las nuevas poblaciones asentadas, desde la radicalidad de una lectura del Islam generadora de terrorismo, amenacen internamente nuestra tranquilidad.

Finalmente el 'brexit' que simbólicamente nos indica que la ruptura de la Unión ya se ha iniciado, y como podemos observar por la sesiones parlamentarios del Reino Unido esta fractura contiene en su seno el castigo del caos a quién se atreve a ejecutarla. A todos estos retos y desafíos la Unión Europea debe articular unida una respuesta.

Todo lo dicho nos debe hacer pensar, y no solo en términos de a quién votar, sino de cómo, desde la ciudadanía de base volver a crear un relato, hoy perdido, para en primer lugar ser capaces de armarnos de coraje y valentía a la hora de defender el último bastión de la democracia, de la libertad de expresión política, de la preservación de los derechos humanos, de la solidaridad, de la igualdad de género y del derecho a la espiritualidad para, desde estos principios, volver a dibujar esperanzados nuestro futuro.