Los olvidados

Música regional típica de Soria en la manifestación de la 'España vaciada' en Madrid.

Razones poderosas les guían a cuantas personas de esa España vacía se manifiestan en Madrid. Digo vacía por emplear un término cariñoso; pero el problema va más allá de una simple despoblación: el olvido. Ahora que tan de moda está eso de retroceder en el tiempo para excavar cárcavas de memorias maltrechas, urge hacer un ejercicio acerca del abandono que sufren los seres vivos en diversas zonas de nuestro país. Muchos guiños pero ningún arreglo por parte de tantos gobiernos como han desfilado. Mejor ocasión que tuvieron cuando la Expo de Zaragoza para llevar el AVE a Teruel no se presenta. Pero ni por esas. 

Hacer el viaje en tren entre Madrid y Teruel o la inversa, es cuanto menos una épica ferroviaria. No es que el convoy se mueva a base de carbón de encina, es que para hacer los poco más de 300 kms, distancia que separa a ambas ciudades, hay que equiparse para un viaje de casi cinco horas. No falta el trasbordo en Zaragoza, como atracción incluida en el precio. Puestos a seguir viajando, Teruel marca uno de esos puntos de inflexión que merece ser catalogado como zona cero en nuestra geografía. De manera que si los turolenses optan por viajar en tren desde su ciudad hasta Valencia (144,0 kms) la cosa se pone interesante. Un recorrido entre dos horas y media y tres horas es lo deseable. Como verán, lo de Teruel es de “traca”.

Miren ustedes que Teruel es una ciudad de grandes recursos turísticos. Entre otros muchos atractivos y virtudes que atesora, destacar el envidiable y bien conservado patrimonio artístico mudéjar declarado Patrimonio de la Humanidad. Es una ciudad enamoradiza, pues no en vano en ella se fraguó una de las mejores historias amorosas de nuestro pasado; ya saben, Isabel de Segura y Diego de Marcilla, los Amantes de Teruel que murieron en el siglo XIII en trágicas circunstancias. Y todo porque él partió para la guerra con la promesa de Isabel de cinco años de espera. Con el plazo cumplido y sin el regreso de Diego, ella se casa con otro. Nada de extraño tuvo el retraso de Diego, pues aunque por entonces aún no existían los trenes de vapor, ya se vislumbraba que el llegar a tiempo a Teruel era un reto imposible de conseguir. El final de esta historia romántica ya la conocen ustedes. 

Hablemos de Soria, Zamora, Palencia o Cuenca que en sintonía con Teruel configuran una réplica del triángulo de la Bermudas en plena meseta. Provincias henchidas de riqueza arquitectónica y cargadas de historia, por no hablar de la hospitalidad de sus gentes; y sin embargo, tan desdeñadas como alejadas de su real existencia. Yo más que lugares vaciados prefiero tratarlos como zonas olvidadas, desaparecidas o ignoradas para las clases gobernantes de ayer y de hoy. Siempre la misma epístola y las mismas promesas que languidecen o mueren en los despachos a causa de la ignominia más absoluta. Sabemos que esta es una realidad que se da en otras muchas partes del mundo. Zonas despobladas las hay por una cuestión tan prosaica como las exigencias que el propio ser humano se impone a sí mismo a la hora de alcanzar sus mejores metas. De manera que el índice de oportunidades va ligado a las grandes concentraciones urbanas allá donde las haya. Y eso ocurre, como digo, en la mayor parte del mundo desarrollado. Otra cosa bien diferente es la falta de infraestructuras como todavía se viene padeciendo a modo de insulto en un país como el nuestro.

Hace unos días leí algo acaecido en un viaje en el tren Almería-Sevilla. Al parecer el desplazamiento había sido organizado por la Mesa del Ferrocarril de Almería para solicitar el apoyo del nuevo Gobierno de Andalucía con el propósito de conseguir al fin  un tren digno que recorra dicho itinerario en un tiempo ajustado a las novedades tecnológicas del siglo XXI. Tardaron siete horas con cuatro trasbordos. Lo que viene a significar que el pasajero que se precie debe llevar un kit de supervivencia al uso, o sea, un par de buenas hogazas de pan, chorizo, jamón y queso, bota de vino y algo de fruta por aquello de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.

De manera que nada de extraño tiene que miles de personas se hayan concentrado en Madrid en representación de 90 plataformas y 23 provincias, para reivindicar a los poderes públicos soluciones urgentes en materia de invertir en infraestructuras sin mayor dilación ni demagogia. “Ya no vale la palabrería, queremos inversiones", ha subrayado el portavoz de Soria. Lástima que para la ocasión la señora Carmena y su pléyade consistorial no se hayan dignado en colocar una de esas pancartas reivindicativas tan vistosas. Algo tan sencillo como: “Welcome olvidados”. A veces el dilema de la diversidad debiera comenzar por nuestra propia casa.