La honradez es como la inocencia, una vez que se pierde no se recupera.
No lloréis por mí.
Expulsar, más bien, a todos aquellos que se atrevieron a jugar con el bienestar de todos, a todos que se lucraron con el pan de los demás... A todos aquellos cuya honradez está sepultada en las ciénagas ególatras de los impostores.
Llorad, sí, por todos los que después de oír el sonido de las balas, cogieron con su mano la paz... abrazaron las diferencias... Lloraron en silencio por el bienestar de todos... Levantaron de la ruina un país...
Llorad por todos ellos... Por haberles traicionado.
¡Cuánto sudor y lágrimas tirados por la borda!
¡Qué horror da pensar que el futuro de nuestros hijos y nietos está en manos de unos farsantes, competidores de la mentira y el engaño!
¡Que el cielo nos libre de nuestra propia cobardía por no defender lo que nuestros padres sembraron!