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Permanencia... Milagrosa...

Pedro Sánchez y Carmen Calvo en el Congreso de los Diputados.

Pedro Sánchez y Carmen Calvo en el Congreso de los Diputados. Agencia EFE

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La permanencia en el poder, de algún que otro político, “podemos” decir que es un milagro moderno, envuelto en papelinas de ilusión... simplemente de ilusión.

La permanencia utiliza toda una maquinaria bien engrasada (sobada se diría en lenguaje popular) mediante piezas de todo tipo: agradecidos, trepas, arrimados, utilizados, titulados subjetivamente sin pruebas, ni la del 9, ni la de del algodón y, la más grave, la desmemoria histórica.

Milagros que exigen, para contemplarles, diversas virtudes modernas: el fanatismo, el ego personal, la falsedad pagada, el mimetismo egoísta, la ansiedad por el poder, la ceguera subjetiva, la división por clases, la amenaza sin pruebas...

Esa amalgama y ese cóctel se convierten en un sistema para sobrevivir en palacio “monclovita” y mientras, el tiempo corre, despacio para el pobre, deprisa para el colectivo de aduladores...

Milagros, donde los haya, es contemplar la corrupción cambiando de nombre, de color, de apellido, mientras el “pueblo”, arrodillado, humildemente recoge alguna que otra migaja dejada caer intencionadamente por aquellos que han conseguido subirse al carro del poder o como dirían otros “del poderío”.

Proyectos “milagrosos” veredes... Principios pocos... 

Cuando lo que se llama “dictadura” cambia su nombre por “decretos reales”... El pueblo se pregunta, ¿alguien puede explicar esto?

La respuesta es simple: “No.. es un ¡milagro!”

No puede explicarse, es como querer comprender el misterio de la Trinidad: títulos sin estudiar, categorías sin concursar, propiedades sin justificar, mentiras... Palabrería... 

¡A pájaro en mano, no le dejes escapar!

Muchos que se dicen milagros generan depresión porque traen desasosiego... 

Quizá nuestro presente tenga algo que decir: ¿Ponemos nombres?