Roma

Fotograma del film "Roma" de Netflix

Muchas son las circunstancias que han rodeado el calculado y limitado estreno de una película que a pesar de estar producida por Netflix aspira a todo tipo de galardones de la gran industria cinematográfica. No voy a detenerme en estos aspectos más  ideológicos relacionados con que una producción televisiva, en cierta medida enfrentada a las salas comerciales, debe ser considerada en igual categoría que obras hechas para la gran pantalla y con vocación de ser vistas en este formato. Mi posicionamiento al respecto va a quedar determinado por criterios estrictos de calidad.

Sobre el nivel artístico de "Roma" hay que ser muy claro, estamos sin lugar a dudas ante una película que conmueve y emociona, una obra que trasciende, narrada con una sensibilidad y maestría únicos. En resumen, estamos ante una obra maestra.

"Roma" discurre por un ámbito costumbrista que nos describe las historias mínimas, que aquí son máximas, de una acomodada familia mexicana en la década de los 70, en un determinado contexto de agitación social y política de fondo y que tiene como eje central el personaje de la asistenta que trabaja para ellos.

Asistimos desde una mirada tranquila pero escrutadora, al día a día de una familia que con un naturalismo majestuoso, se nos describe en sus rutinas y sus terremotos, un realismo que transmite  espontaneidad y verismo que pocas veces, quizás ninguna, he visto antes, siendo imposible disociar aquí una ficción que tiene más verdad y emoción que muchas vidas reales. Una obra de ambición sin límites puesto que no cabe mayor empresa que el retrato de unas rutinas, miedos, anhelos y cambios que como espectadores sentimos como propios.

Dentro de este film catedralicio e imponente no puedo por más que reseñar una interpretaciones que son pura verdad, ya que los actores no actúan, son. También algunas secuencias en la parte final de la película que desde ya deberían incorporarse a cualquier antología de los mejores momentos del séptimo arte, me refiero a las transcurridas en el hospital y en la playa, y que elevan las cotas de emoción a niveles a los que rara vez me he visto sometido.

Para terminar, dos reflexiones. Por un lado su director, Alfonso Cuarón, artífice de esta obra que también guioniza y fotografía. Aquí realiza un trabajo de dirección portentoso y levanta una obra cumbre del realismo, el mismo que hace unos años realizó el mayor prodigio técnico visto desde “2001: Una Odisea en el espacio” erigiendo otra obra cumbre del cine de ciencia ficción como es “Gravity”. No encuentro ningún otro ejemplo de cotas cinematográficamente tan elevadas, en territorios tan dispares, hechos por la misma persona.

Por otro lado, y volviendo al inicio de mi artículo, se trata de un film hecho para una plataforma televisiva que he tenido la oportunidad de ver en un cine. Lo que he visto es una obra hecha con gran cuidado por los detalles y de tal sensibilidad, que sustraerla de una sala de cine donde puedes ver todos los matices, y dejarte llevar por la emoción en un recinto oscuro rodeado de personas a las que no conoces, pero que comparten el mismo sentimiento y experiencia, es algo que yo me resistiría a perder ya que su magia no puede equipararse a ningún otro contexto ni formato.

Qué gran envidia me dais lo que no la habéis visto, porque podréis experimentar la sensación de verla por primera vez, algo que yo ya no podré hacer.