40 años de Constitución democrática

Felipe VI, durante el acto de conmemoración de los 40 años de la Constitución. Efe

Este año se cumplen 40 años de vigencia de la actual Constitución que rige y organiza, como gran marco político, la vida española. Desde 1978 hasta la fecha, ha pasado un trecho de tiempo lo suficientemente largo para hacer un balance, por somero que este sea, del significado que ha tenido dicho texto y puede seguir teniendo si la sabiduría del elector español, que es quien lo decide con su voto, la sostiene y defiende. Porque se empiezan a oír voces muy fuertes entre una parte de los partidos políticos, sobre todo los que representan a las izquierdas y los nacionalismos periféricos, que piden una reforma de la Constitución que la afectaría precisamente en lo que se puede considerar que ha sido su rasgo más novedoso: la solución Autonómica para vertebrar y organizar la persistente multiplicidad y variedad regional que ha caracterizado a España a lo largo de su extensa historia. 

Caí en la cuenta de la importancia de la Constitución leyendo las obras completas de Ortega y Gasset, cuando me topé con algunos escritos suyos, muy poco citados en los fastos y conmemoraciones de la Constitución, en los que pude ver, con gran sorpresa, que la Idea de la Organización Autonómica del Estado, que representa lo más llamativo y original de la actual Constitución, había sido expuesta, defendida y desarrollada por el propio Ortega en la prensa, y en forma de libro (La redención de las provincias), y hasta en sus discursos en las Cortes durante la elaboración de la constitución de la II República (“Federalismo y autonomismo”,“ El Estatuto catalán”) En dichas intervenciones defendió el filósofo la necesidad de que la nueva organización política que se necesitaba para reformar y regenerar políticamente el país se basara en una división o separación clara de los asuntos nacionales y de los locales o regionales.

La Constitución liberal de 1876, de la llamada Restauración decimonónica, había intentado modernizar el país, pero acabó produciendo las conocidas lacras de la oligarquía, el caciquismo, fraude electoral, etc., denunciadas por Joaquín Costa. Con el golpe militar de Primo de Rivera se acabó aquel experimento democratizador. Ortega dedica entonces, durante los años 20-30 una serie de artículos periodísticos (publicados en la II Republica como libro con el título de La redención de las provincias) a analizar minuciosamente las causas de dicho fracaso. Encuentra que en España, a diferencia de Francia o Inglaterra, los únicos intereses que mueven a los españoles son los puramente locales. Pero el localismo, en política, es un defecto.

Una Constitución centralista como la de la Restauración decimonónica no funcionó por cegarse ante este problema. Por ello, Ortega propone el Estado Autonómico, como una nueva forma de organización que trata de hacer de tal defecto localista una virtud a través de la separación clara y bien estudiada de las Competencias que deben quedar centralizadas y las que no. Durante la discusión del Estatuto catalán en la República se opuso a la confusión que los partidos de izquierda introducían entre Autonomismo y Federalismo, en tanto que el primero no discute sobre la Soberanía, que se considera indivisible, sino sobre las Competencias o atribuciones de dicha soberanía, mientras que el segundo, el Federalismo, gira principalmente en torno a la soberanía. Solo el Autonomismo conlleva siempre descentralización política, mientras que el Federalismo, contra lo que se suele decir, puede resultar fuertemente centralizador, pues esa es su tendencia histórico efectiva. Es necesario recordar esto hoy cuando una parte importante de la izquierda empieza a hacer demagogia diciendo que el Federalismo no es más que una radicalización del Autonomismo. 

La generalización autonómica actual fue propuesta por Adolfo Suárez, aunque la Idea estaba tomada de Ortega, -al cual tuvo en cuenta por el propio Torcuato Fernández-Miranda en las discusiones en las Cortes-, en el sentido de que Ortega comprendió que Autonomismo y Federalismo no solo son diferentes sino que, en la cuestión de la descentralización, son opuestos. De ahí que la petición de reformar la actual Constitución en lo que concierne a la Organización Autonómica del Estado para sustituirla por una Organización Federal nos parezca muy grave. De la misma forma sería un error la posición que defiende Vox de suprimir las Autonomías.

Bastaría con poner freno a la deriva federalista-secesionista y volver a una recentralización de competencia educativas, sanitarias, de política exterior, etc. Pues la mejor honra que pueden hacer los españoles al pensador más importante que ha tenido España en la primera mitad del siglo XX, es respetar lo que es la parte política más llamativa de su gran influencia, la vertebración Autonómica de España. Y la mejor forma de honrar la Constitución en sus bodas de plata es recordar y leer los textos, que muy pocos conocen, en que la engendró su padre filosófico.