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El procés caducado

Quim Torra, durante el pleno del Parlament.

Quim Torra, durante el pleno del Parlament. Efe

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La guerra entre ERC y Convergencia se recrudece por las luchas de poder entre Torra y Aragonés. Esas mismas luchas son solo un reflejo de la situación de odio “africano” que existe entre Puigdemont y Junqueras por la traición del primero al segundo. Esta guerra es una muestra más de la debilidad del proceso soberanista y muestra que este proceso no tiene ninguna razón lógica y que solo es un mero manta para esconder las corruptelas de Convergencia y sus socios con el 3% - ahora el 8% en Lérida. Todo esto, claro está, genera una fractura social de Cataluña.

Lo único que une al frente soberanista es el deseo de poder político pasando por encima del bienestar del conjunto del pueblo catalán. Ese deseo genera una cortina de humo tan fuerte que permite evitar pérdida de poder electoral que provocaría la caída del nacionalismo. En cierta manera, los nacionalistas alinean a las masas con una bandera en base al odio al diferente. Pero ese proceso soberanista cuesta servicios sociales; ejemplo de ello es que se cierran ambulatorios o colegios porque el presupuesto aprobado por el nacionalismo premia a las embajadas antes que a la educación o la sanidad. Y, poco a poco, esa alineación es cada vez menos eficaz porque los ciudadanos se están dando cuenta de que el nacionalismo solo trae pérdidas de derechos sociales.

Este mantra también genera otro síntoma peligroso: el Mesianismo o Cesarismo que está representado en la figura de Puigdemont, Torra o Junqueras. Estos mesianismo beben del culto a la personalidad y, a la vez, hacen que el individuo se vea empequeñecido por el ideal máximo de culto a una persona que representa la esencia de ese sistema que quieren conseguir.

Un político francés dijo una vez que el nacionalismo es guerra. Yo también añado que el nacionalismo es totalitarismo y, como cualquier régimen totalitario, tiene fecha de caducidad.

Esa fecha de caducidad se está viendo tanto en las guerras internas nacionalistas como en las pérdidas de apoyos populares generado por la pérdida de derechos sociales por una mala distribución del presupuesto. Las municipales serán el inicio de la caducidad del nacionalismo.

La victoria en Barcelona significará el fin del nacionalismo en Cataluña.