El VAR político

Año 2034: Los cuatro partidos mayoritarios no acaban de decidir cómo cerrar sus listas para el Congreso y el Senado. Ningún candidato pasa el filtro definitivo. Todos tienen al menos un “post” comprometido en redes sociales; un comentario improcedente, una foto inapropiada, una compañía desaconsejada. Los equipos de campaña de las principales formaciones políticas son 'hackers' profesionales que pasan quince horas diarias husmeando en la red, buceando en cualquier atisbo de lodazal, contactando amigos y seguidores virtuales, en busca de la frase, la imagen, el vídeo definitivo. Cualquier cosa que destroce el futuro prometedor del potencial representante de la ciudadanía española. Las sociedades se revelan ingobernables porque no existe ciudadano mínimamente honesto y digno de representarlas. 

No es una distopía. Sucederá en diez años. Muchos de nuestros políticos de 2034 tienen ahora dieciocho, y a buen seguro habrán participado en un botellón y subido el momento a Instagram, se habrán burlado de alguien o hecho algún comentario espontáneo inadecuado en Facebook, mantenido una conversación subida de tono en WhatsApp o bailado un ritmo ridículo en Musicaly. Tal y como están las cosas, este “VAR” ético será suficiente para una condena política de por vida. Finito.

El cambio generacional en Política quizá haya alejado parcialmente el fantasma de la corrupción, tan enraizada en la eterna transición, pero no ha sido suficiente. No nos fiamos de los jóvenes, intentamos comprobar que están sobradamente preparados, miramos sus curricula con siete lupas. Y nos llevamos muchas sorpresas. ¿Quizá porque son todos unos chorizos? Me pregunto si estos chicos no se han criado en un mundo tan competitivo que al necesitar masters o doctorados para ir a alguna parte, terminan sustituyendo la inversión del tiempo que no encuentran por la de dinero o petición de favores.

Los másters regalados, los doctorados plagiados o las carreras universitarias sospechosamente terminadas en tiempo récord son los “ERES” o “Gürtels” de hoy. Cualquier irregularidad en el CV de un ciudadano es reprochable no sólo ética, sino legalmente. Pero aunque el problema ha evolucionado generacionalmente de la corrupción a la falsedad o del amiguismo al cohecho, el siguiente paso es la ética de las redes sociales; infranqueable. Para mí el primero. Sólo hay dos opciones: o relajamos nuestro nivel de tolerancia o más nos vale prohibir el móvil a nuestros hijos. Nuestro futuro depende de ello.