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Compromiso con lo humano

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“Homenaje a todos aquellos que en edad de jubilación viven sus votos luchando por
los demás. Tienen nombre y apellidos y mucho genio comprometido”.
He tenido la suerte de viajar por la vida acompañado de algunas personas comprometidas no con “un Dios a medida”, sino con “el Dios de la Fe”, no con “un Jesucristo complaciente” sino con “el Jesús comprometido”, no con “un Espíritu invisible” sino con “el Espíritu creador de vida”.

Sentado al atardecer de mí ya larga existencia quiero sincerarme y acallar tantas y tantas falacias generadas por algunos para vivir mejor, para justificar su falta de compromiso vital y para finalmente cerrar los ojos para no ver.

“Compromiso con lo humano” de la mano de la Fe, sólo algunos “autónomos” dentro del organigrama eclesial, son capaces de llevarlo a la práctica, a pesar de ser señalados, día a día, por los que se quedaron en la contemplación egoísta de una Fe cuadriculada y acomodada a su pobre realidad.

Sonrío todas las mañanas, cuando mi anciano amigo me llama con su e-mail y me cuenta su quehacer diario: la soledad del amanecer, su máquina de escribir la vida, sus jóvenes emigrantes hambrientos de cultura y porvenir, sus paseos solitarios de la mano de la Fe, que dice perdida, su convento resquebrajado, sus lágrimas de impotencia, su cansancio por la mezquindad de tantos votos incumplidos, su atardecer sereno con el cuaderno de deberes a su vera...

Se llama, mi amigo, Fidelidad, 86 años pisoteando con pasión los egoísmos y las mentiras de unos votos aliados con buen vivir. Se cabrea por un voto de pobreza convertido en un sistema de vivir cómodamente. Se cabrea por un voto de obediencia transformado en un camino sin compromisos personales. Se cabrea por un voto de castidad que condena la lujuria y se abraza al hipócrita sentimiento del gozo personal.

Mi amigo, Fidelidad, predica compromiso con el hombre, con los seres que no pidieron vivir, que no eligieron su tierra, que no encuentran su lugar. “Compromiso con lo humano” de la mano de aquellos ideales por los que entregó su juventud.

Mi amigo, Fidelidad, me regala vida cuando, todos los días, entrando en el templo hipócrita de los fantasmas cansados y apagados del pasado, grita: “¡Compromiso Humano! ¡Jo...! ¡Compromiso Humano!”.