¡Fuera de mi Universidad!

Cinco largos años en una Facultad de Derecho de cuyo nombre no quiero acordarme inocularon en mi cerebro las típicas inquietudes de un jurista nobel. Pero también me hicieron consciente de que la política impregnaba, o más bien infectaba, todo el entramado representativo tanto de la docencia como del alumnado, hasta el punto en que los  órganos de gobierno venían con su correspondiente carnet de partido. Era así, sin más, nadie lo cuestionaba o censuraba. 

Concentrado en mis estudios, y por tanto ajeno a ese mundo, (quién me lo iba a decir hoy por hoy), veía con indiferencia toda esa maraña de intereses y luchas de poder. Había alumnos que, ya autoerigidos como líderes siendo pollitos de primer año, convocaban a sus seguidores a emprender ciertas acciones que vendían al resto del alumnado como las que iniciarían el apocalipsis del sistema. 

Mientras los aspirantes a Kennedy universitarios comenzaban a afiliarse al partido al que había que estar afiliado para seguir saliendo en la foto, yo me dedicaba a lo mío por este orden: estudiar, mus y algo parecido al fútbol. Quise en su momento que me certificaran el título de Máster en Envidos a la Grande, (horas lectivas dediqué como para hacer un doctorado), pero no tenía el carnet adecuado.

Hoy, ya pasados más de 15 años de aquella época dorada, parece que todo continúa igual. Todos los casos conocidos, (y por conocer), de personas que han usado sus carnets de socialistas o populares para adornar sus curriculums sólo ponen de relieve lo que ya venía sucediendo desde antaño.

Siendo así las cosas no me extraña nada que la propuesta de Ciudadanos de establecer una legislación para acabar con estas prácticas y dotar de la transparencia y control necesario a nuestras universidades, haya sido vetada por populares y socialistas. 

La terca intención de ver el vaso medio lleno que tengo me hace mostrar satisfacción al ver que por fin la opinión pública es consciente del daño que el bipartidismo y el populismo han hecho a nuestras universidades. Es la hora de valorar en su justa medida a todos aquellos que conseguimos nuestros títulos sólo con esfuerzo, tesón y un brutal sacrificio económico familiar.