Lo que debemos aprender del cáncer III: El emigrazumab

Puente en San Antonio del Tachira, frontera entre Venezuela y Colombia. REUTERS

El tratamiento del cáncer como el desarrollo de guerras está cambiando en los últimos años y con formas bastante paralelas. Hasta hace un siglo, los enemigos luchaban cara a cara y la victoria dependía del número de efectivos a un lado y otro de la contienda. En el tratamiento del cáncer se intentaba su extirpación y poco más se podía hacer.

Posteriormente, sobre todo en la Segunda Guerra Mundial , se producen los bombardeos masivos que destruyen objetivos militares y civiles sin discriminar objetivos. Se desarrolla la quimioterapia y la radioterapia más agresiva. 

Ya a finales del siglo XX, los objetivos militares pueden definirse más claramente y, aunque no siempre interesa evitar los efectos colaterales, es algo que depende más de la decisión estratégica que de la capacidad tecnológica. También empezaban a manejarse los primeros fármacos dirigidos específicamente a antígenos celulares (una especie de señales que definen a cada tipo celular). Se marcaban así los objetivos a eliminar y favorecían la destrucción de esas células con la colaboración del sistema inmunitario del paciente.

Pues bien, ahora les voy a contar cómo funcionan algunos nuevos antineoplásicos. Son fármacos con dos compuestos activos con funciones complementarias que podemos llamar A y B. El fármaco A como los anteriores antineoplásicos, puede reconocer un determinado antígeno, pero a diferencia de esos, no estimula la citólisis ni la activación del sistema inmunitario. En este caso lo que hace el antígeno es permitir el paso de estos compuestos al interior de la célula. Una vez dentro las dos partes se separan y el compuesto B se desplaza hasta el núcleo celular. Allí cumple su objetivo, provoca una serie de roturas en el ADN y la célula acaba autodestruyéndose, entra en apoptosis . El tumor muere como si dijéramos "el solito”. Sin provocar las severas reacciones de respuesta inmune. A nivel social lo podemos comparar entre los efectos que en una familia provoca la muerte de un anciano, que se asume como ley de vida, y la de un joven en un accidente que puede llegar a destruir toda la estructura familiar presente y futura. 

Y así parece que nos llega la nueva guerra, aprovechando nuestro 'buenismo', nuestra tolerancia, se están socavando los ejes de nuestra civilización. Ya no hace falta que nos bombardeen como hicieron con Dresde para destruir el cáncer nazi, es suficiente lanzar proclamas demagógicas que nos enfrenten. Dejar llegar miles de personas con sueños de lugares Jauja, donde todo está permitido, destruirá nuestro stado de más o menos bienestar. O permitir que individuos que no solo no entienden ni apoyan la democracia, sino que incluso ya han luchado en sus países de origen por desarrollar estados totalitarios, impongan sus ideas en virtud de nuestra libertad de expresión, destruirá nuestros derechos de ciudadanos libres e iguales.

Debemos ser muy rigurosos con toda la emigración, sobre todo actuando en sus países de origen y totalmente intolerantes con la intolerancia. Inaceptable cualquier discriminación positiva. Si la emigración se convierte en una especie de emigrazumab, nuestra civilización acabará en apoptosis , autodestruida.