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Master and commander

Pablo Casado junto con José María Aznar en Génova.

Pablo Casado junto con José María Aznar en Génova.

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Cuando contemplaba la retransmisión del Congreso extraordinario popular, que en una suerte de truco de magia convertiría la victoria de Santamaría en primarias en inesperado triunfo del candidato Casado, apoyado por el conjunto de candidatos perdedores, en virtud de esa fórmula tan denostada hasta el momento por los populares, que hasta un segundo antes nos habían hastiado con la matraca de que siempre debía gobernar la lista más votada; resonó como un flash en mi imaginación el retorno de Aznar, como tantos periodistas han apuntado estos días de manera certera, pero no el Aznar de los noventa, sino el anterior.

Me explico. Habida cuenta de lo inesperado del resultado que rompía con el continuismo marianista de Soraya, en efecto parecía que Casado quisiera emular a aquel Aznar del que fue jefe de Gabinete en FAES, emergido tras aquel lejano congreso refundacional de 1990 y el fracaso del efímero Hernández Mancha. Recordábamos allí como el exministro franquista Fraga Iribarne designaba al nuevo líder “sin tutelas, ni tu tías” y como la antigua Alianza Popular, crecida bajo los mantos del franquismo, se reconvertía en un partido que pretendía ser de derecha democrática, bajo nuevas siglas. De hecho, en adelante Aznar no se cansaría de repetir que su partido representaba al "centro" político. 

Es entonces cuando por fin descifré lo de Casado: se trataba de hacer lo de Aznar pero a la inversa. Es decir, de volver a los valores conservadores genuinos y ultramontanos de su formación para rescatar no solo el voto perdido, sino todo lo que estuviera a la derecha del PSOE, incluido por supuesto Ciudadanos, verdadero nuevo enemigo a combatir. No, no estoy haciendo ninguna hipérbole para darme el gusto, ahí queda la campaña de Hazte Oír, y propuestas claras del “joven” candidato que nos reconducirían a leyes de los ochenta.

Si la cosa hubiera quedado ahí, todo hubiera permanecido dentro de la lógica (para quien comparta esta manera de hacer política) de una formación conservadora que busca reflotar su posición electoral, tras haber sido mandada a la oposición después del noqueo que representaba la sentencia judicial que les condenaba como partido por corrupción.

Pero hete aquí, que Casado, el nuevo grumete surgido de las Nuevas Generaciones del que se conoce poca o ninguna actividad fuera de la política (en esto también ha cambiado la tradición conservadora que en su dirección solía situar a personas de trayectoria profesional), guardaba un as en la manga, el de virar el barco de su formación todo a estribor, tal y como estaban haciendo muchos de los partidos de la derecha y de la extrema derecha europea.

Y que mejor (o que peor), que utilizar una materia sensible como la inmigración. Teníamos a Salvini haciendo ya retumbar las cancillerías europeas, así que la cosa no podía esperar. 

Con datos falsos, con medias verdades, con exageraciones fuera de lugar, venía este nuevo “Master and Commander” de la derecha a agitar las ramas del nuevo árbol populista, hablando de los “millones de africanos” que venían a España y que no todos podían ser  merecedores de “papeles”. Sorteando como digo, datos elementales, como que los principales flujos migratorios nos llegan de América y del resto de Europa y no de África, o tan siquiera cálculos económicos sencillos, como el de que entre una población tan envejecida como la española, la inmigración salva la exigua tasa de natalidad, sosteniendo el crecimiento demográfico: quedaba inaugurada la demagogia y el populismo en España.

No todo iba a salir como estaba previsto y a este nuevo timonel la ha estallado el caso de un “Master” de aspecto fantasmagórico y que camina ya por vía judicial. Pero es sin duda esto último que le puede costar el puesto, una minucia, al lado de la enorme irresponsabilidad de haber girado su formación hacia la derecha extrema europea.