Un Juzgado de Instrucción madrileño decide, mediante auto motivado, elevar una causa al Tribunal Supremo. Una causa que implica al Presidente del PP en un espinoso asunto de presuntos regalos académicos: "Cifuentes II".
En ese auto, la titular del Juzgado eleva al Tribunal Supremo la petición para que instruya la causa por existir indicios racionales de comisión de delitos tan graves como cohecho y prevaricación por parte del Diputado aforado y Presidente del Partido Popular Pablo Casado. ¡Ah!, y un pequeño detalle "sin importancia": el Ministerio Fiscal no se opone, (ello supone un llamativo espaldarazo a la instrucción de la causa ejecutada hasta la fecha por el Juzgado).
Ante la gravedad de lo acontecido, Casado realizó una breve comparecencia para intentar convencernos de su inocencia, aunque el auto del Juzgado hable de situaciones muy alejadas de la legalidad.
En un momento concreto, un periodista realizó, a mi entender, la mejor pregunta que se hizo aquel día: “¿Considera usted ética la obtención de ese Master a pesar de tener 18 de 21 asignaturas convalidadas?”, la respuesta aún fue más interesante: “Yo sólo tengo una ética, y es la ley”.
Parece que las palabras de Casado hablan de una disputa ancestral entre ley natural y ley pepera, entre religión y ciencia, o de si la tierra es plana o esférica. Al parecer Casado ha sido creado y moldeado en Génova de tal manera, que carece de ética, y lo admite sin tapujos. Señor Casado, por poner un sencillo y reciente ejemplo, la liberación de Santi Potros es legal, ergo, ¿para usted es perfectamente ético que un asesino cumpla menos de un año de cárcel por asesinato?