Sófocles fue un poeta trágico griego, nacido en el seno de una familia rica, quien además de vencer a Esquilo en un concurso teatral llegó a escribir hasta 123 tragedias, en las cuales siempre enfrentó la ley humana a la ley natural, enriqueciéndolas y dotándolas de plena actualidad. Aún se siguen representando muchas de ellas en escenarios como el del Teatro Romano de Mérida.
En su esfuerzo de superar la ficción, la realidad sigue representando tragedias en ese vasto escenario llamado Mundo. Recientemente hemos sido testigos, como en otros muchos años en época veraniega, del asalto a las vallas de la frontera con África o la llegada de cayucos a nuestras costas. Innumerables parias, desharrapados y bajo el denominador común del hambre y la guerra tratan de entrar en territorio español con el deseo de aspirar a una mejor vida.
Es reprobable que utilicen la violencia para ello pero no debemos olvidar que primero es la comida y después la ética, decía Bertolt Brecht. Pero la verdadera tragedia también la protagonizan aquellos que olvidando que nadie elige nacer en un lugar y tiempo determinado se consideran acreedores de tales circunstancias al resultar beneficiosas y arengan contra esas personas que intentan mejorar su situación en la vida favoreciendo la aparición de viejos fantasmas como el racismo y la xenofobia. Así, Pablo Casado culpabiliza por el efecto llamada a un gobierno que no lleva en funcionamiento ni cien días, ignorando que el verdadero efecto llamada no es otro que la guerra, la pobreza y la desesperación de miles de personas a quienes coloca en el disparadero sin ningún tipo de pudor.
Si realizamos un breve ejercicio de reflexión y pensamos en el dinero distraído del erario público en tramas de corrupción junto con los recortes en temas sociales que el partido que preside el Sr. Casado ha realizado, quizás sea mayor el perjuicio producido a la ciudadanía por éstos que el hecho de que lleguen a nuestra costas y fronteras personas, repito personas, empujadas por situaciones de tremendo sufrimiento. Es cierto que hay que buscar soluciones, pero serán en sus países de origen en los cuales occidente explota minas y vende armas a cambio de colocar sátrapas que no interfieran en sus intereses. Las mayores minas de diamantes y de coltan se encuentran en un país asolado por el hambre y la guerra, llamado África.
Sófocles decía que una mentira nunca vive hasta hacerse vieja, por más que algunos la retuiteen.