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Es la hora de los padres

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En su último comunicado, del Foro nacional de la Familia recuerda lo que decía François Mitterrand, ex presidente de Francia, que para lograr la verdadera revolución ya no es necesario asaltar el Palacio de Invierno, basta con asaltar la escuela. Y es lo que están siguiendo al pie de la letra aquellos que quieren instaurar a nivel global, y en España de manera exhaustiva, el nuevo orden social basado en una concepción antropológica del ser humano: la autodefinición de quiénes somos al margen de la naturaleza y de las realidades objetivas.

Para lograrlo, el foco está puesto en una materia de vital importancia en cuanto a que nos constituye y afecta a todos: nuestra sexualidad. La perspectiva de género afirma que nuestra sexualidad biológica y constitutiva (ser mujer u hombre, cromosomas XX o XY) no tiene relevancia a la hora de definir nuestra identidad, sino que es el género que libremente decidimos el que sí nos define y constituye. En otras palabras, no son los hechos objetivos de nuestra naturaleza humana los que nos permiten reconocernos y definirnos, sino que son los sentimientos subjetivos y los actos que hacemos en el ejercicio de nuestra libertad los que lo hacen. Una nueva forma de negar realidades objetivas y de proclamar la “autoconstrucción” del ser humano y su dignidad.

Esta es la idea base que defiende la nueva ideología de moda, y para instaurarla con eficacia actúan en primer lugar sobre los más permeables e indefensos: los niños. Con la promoción y el permiso de las Administraciones Públicas a nivel autonómico -bien por ignorancia, bien por presiones externas- , las asociaciones afines a esta ideología, de manera exclusiva y excluyente, tienen acceso financiado a todos los colegios públicos (incluso concertados y privados en algunas Comunidades Autónomas) para impartir a los menores charlas, talleres y actividades en materia sexual bajo el pretexto de “educar en diversidad” o de intentar “evitar el acoso y la discriminación”.

En los casos menos graves, simplemente es teoría sobre el género, el “sexo libre” y la exaltación de lo subjetivo sobre lo objetivo en materia de identidad y dignidad personal. En los casos más graves, se trata de actividades prácticas sobre cómo masturbarse, colocar preservativos sobre penes de plástico, hacer juegos cambiando roles (que las niñas hagan de niños y viceversa), incluso contactos físicos entre alumnos. Esto está pasando ya en los colegios de España, y avanza sin publicidad ni oposición, posiblemente por desconocimiento de los padres.

No sólo por estos intentos de pisar el derecho de los padres a educar a sus hijos conforme a sus propias creencias y valores ni por el hecho que el Estado abandone su carácter neutral sobre cuestiones morales que suponen la adhesión e implantación obligatoria de un punto de vista concreto sobre el que no hay consenso, hemos de ser firmes en la defensa y protección de la infancia. Manipular ideológicamente a los niños y obligarles a relacionarse y experimentar temas controvertidos que nos corresponden a los adultos es cuanto menos detestable y ruin.

Defendamos que nuestros hijos aprendan a no discriminar a nadie, por supuesto, pero no a costa de manipularles ni de iniciarse en materia sexual desde un punto de vista antropológico discutido y discutible. Somos los padres los que debemos hablarles de sexualidad, sin miedo, de manera clara y con un lenguaje acorde con la edad y la capacidad de entendimiento del menor.


Podemos pensar que mientras no le toque a nuestros hijos no hay peligro de nada. Sería un planteamiento poco responsable con nuestra sociedad, con los hijos de los demás, con los amigos de nuestros hijos, con nuestros futuros nietos… No deberíamos mirar únicamente entre nuestras cuatro paredes si queremos ser coherentes y responsables, si queremos dejar un mundo mejor a las próximas generaciones. En Murcia y en Madrid ya hay ejemplos que demuestran que un solo padre que se opone a estos planteamientos consigue cambiar muchas cosas, beneficiando a miles de menores.