Luna de miel

Sanchez preside el primer Consejo de Ministros Chema Moya Agencia EFE

Sonó mi  móvil y pensé que era don Pedro para ofrecerme uno de esos cargos que aún quedaban disponibles. No fue el caso. Era de Movistar para conocer mi grado de satisfacción con el trato que me habían dispensado unos días antes. “Valore del uno al diez, siendo el diez el grado más alto”  De momento me reservé la puntuación. Me pareció  prematuro valorar  al nuevo gobierno porque estaban en plena luna de miel y no era cosa de molestar. 



A los recién casados, al igual que a los recién emparejados o los que son recién de lo que sea, cuando ejercen su derecho al retoce en idílicos parajes, conviene respetar su espacio, al menos mientras dure la pompa y el  beneficio de la duda. La luna de miel es parecida a la inmunidad diplomática. Hay excepciones como en todo orden de la vida. Conocí a una pareja de dos (ríanse, pero también existen las  parejas de  tres) que en plena luna de miel aprovecharon el viaje a lugar remoto para potenciar sus fermentos reproductivos. Regresaron resignados  y embarazados de trillizos. De manera muy confidencial lamentaron que alguien no les hubiera interrumpido durante  su romántica estancia.   

 

Una cosa es lo idílico desde su puesta en escena y otra muy diferente el dejarse llevar por la emoción. Lo de echar a don Mariano se había convertido en un artículo de  primera necesidad; ahora bien, la euforia desatada por el plantel  de primeras figuras al mando de don Pedro, pues  que quieren que les diga. De galácticos y otras omnipotencias han sido definidos para el deslumbre de propios y ajenos. La veneración suele ser fruto de una apoteosis, muy propio cuando de celebraciones se trata. La ceremonia, que resultó un tanto art déco, eso sí, cargada de optimismo después de la depresión causada al Partido Popular, dio paso al banquete y demás faustos traídos por imperativos del artículo 113 de la Constitución. Dicho artículo, en lo básico, viene a decir algo parecido a qué son lentejas, si quieres las comes y si no también. 



Desconozco si el ramo de los nuevos prometedores del cargo ha sido lanzado al aire como manda la tradición. Me temo que para la ocasión  no hubo candidatos ni candidatas deseosos de cogerlo. Nadie de Ciudadanos ni del PP andaba por los alrededores. Pero esto ya es historia. Reciente, sí,  pero es lo que tienen los momentos felices, que acostumbran a ser breves. La luna de miel parece que fue cosa de ayer y hoy el Presidente de la Generalidad ya comienza a entrometerse en la vida privada de los nuevos inquilinos de la Moncloa. Así es como vienen los problemas. El señor Quim Torra ha colocado una pancarta en el balcón del Palacio de la Generalidad pidiendo libertad para los presos políticos y los exiliados. Para toda persona bien leída hay que saber que se refiere a los políticos presos y a los huidos de la justicia. Clara alusión a esa fea costumbre de  la independencia de Cataluña.    



Suele pasar en las mejores familias. Siempre hay algún pariente que viene a dar por saco metiendo las narices donde no le llaman y claro, las primeras crisis de pareja  afloran cuando aún  la luna y la miel guardan rescoldos. (Un apunte, recuerden que esta pareja está representado por 18 miembros de gobierno). De manera que si no es un cuñado o cuñada, yerno, nuera, suegra o suegro, es un Presidente de la Generalidad quien no respeta la intimidad de los recién llegados.  Pues miren ustedes señorías, no  cabe otra que echarle huevos al asunto, dejarse de postureos   y obligar de inmediato al señor Torra  a quitar la pancarta  en base al artículo 103 de la susodicha Constitución. Por cierto, la misma Carta Magna que ha servido para la moción de censura y que usted, don Pedro, ha prometido respetar  y hacer cumplir en aras de guardar unidad  y hegemonía para todos los españoles.   



Al tal señor Torra nada de concesiones ni diálogos mientras no acate la Constitución y se enmiende. Ya sé que este asunto es tan feo ahora como lo era en tiempos de don Mariano, pero es lo que tiene eso de dar el sí quiero haciendo la promesa de servir a España en la salud y en la enfermedad. “La sociedad catalana está al borde de un enfrentamiento civil”, dicho por don Josep Borrell, flamante ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación, por cierto, hombre de contrastada solvencia política.

De manera que aquí no valen ni los réditos electoralistas ni cuestiones de grado en clave ideológica. Le recuerdo que usted ha venido a poner orden y coherencia. No sé bien el por qué, pero todo esto me recuerda al decir de aquella canción: “Nunca sabré como vino esta luna de miel”  A lo mejor son cosas de la política profunda.