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Custodia compartida

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De partida, y como toma de postura sobre la película que voy a comentar, debo decir que a pesar de los meses que aún quedan para que concluya el 2018, nos encontramos ante una de las películas del año.


La rotundidad de esta aseveración radica en el hecho de tratarse de un film tan incontestable en su calidad y estilo estrictamente cinematográficos, como lo certero que resulta en todo lo que se refiere a la  historia que trata. Una película donde se dan la mano corrientes tan a priori antagónicas como son el más puro realismo social de tradición europea por un lado, y  por el otro el más inquietante y estremecedor cine de género que yo he visto en los últimos tiempos.



Entrando en materia, lo primero que hay que advertir de 'Custodia compartida' es que es un film que se ve con un nudo permanente en el estómago, una película que a través de sus diferentes secuencias, prácticamente todas en tiempo real, y que muestran el antes y el después del conflicto que se desarrolla en cada una de ellas, nos transmite una sensación de permanente incertidumbre a través de, entre otras cosas, cercenar parte de la información sobre lo que ocurre en cada momento. Nada es obvio, pero aun así, es nítida la sensación de constante presunción de riesgo y peligro por lo que pueda pasar entre los protagonistas, donde incluso en acciones aparentemente inocentes se activa una alerta en el espectador que asiste con tensión, angustia y desasosiego, al desarrollo de los hechos. 



El director, Xavier Legrand, hace un ejercicio pocas veces visto de virtuosismo, aunando por un lado lo que podría ser una película de los hermanos Dardenne, o incluso del propio Ken Loach, con una forma atípica de crear una atmósfera de tensión, comparable solo en la actualidad con el David Fincher más talentoso que vimos en 'Zodiac'. Aquí Legrand, más costumbrista, implementa sobre elementos a priori anodinos, como las secuencias en la furgoneta entre padre e hijo, el propio uso del cinturón de seguridad, las comidas familiares con los abuelos, o la propia celebración de un cumpleaños, todo un magma latente a punto de emerger a cada momento.



Todo esto se desarrolla sobre la base de una historia tan común en la vida real como es la lucha de una pareja recién divorciada por la custodia de su hijo menor de edad, algo presentado desde un inicio con distancia y sin querer posicionarse de forma muy nítida, para poco a poco, con pequeñas dosis de información sobrevenida, y mucha incertidumbre en los roles de cada personaje, presentar un relato de los hechos que nos hace como espectadores componer una historia e interpretar el comportamiento de los protagonistas, y las relaciones de cada uno con su entorno y entre ellos. Todo esto en una deriva que si al principio deambula por los terrenos del drama social, poco a poco se adentra en un ámbito de la tensión psicológica, para finalmente desembocar en puro terror, con la brutal secuencia final de la película que, como no, en tiempo real, muestra con crudeza el miedo atroz ante una amenaza  familiar y cercana.



Un film imprescindible que recomiendo ver y ante el que no es posible sentirse indiferente.