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Somos lo que comemos

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A mí esto de comer me ha parecido siempre una buena idea. Mal comparado es como ser amable consigo mismo. Uno lo agradece porque de una forma u otra luego redunda en los demás. “En España se come bien hasta en los estancos, -me dijo en cierta ocasión un turista inglés. Es más, te diría que en Inglaterra para comer bien es recomendable desayunar tres veces” Y siguió engullendo un abundante arroz con bogavante de los que guarda Tazones al pie de su pequeño y coqueto puerto imperial. Este país nuestro, si sobrevive a tanta liviandad existencial lo es gracias a la riqueza gastronómica que atesora.

Por eso no es buen momento para retroceder en cuestión de apetitos, siempre con el debido respeto para quienes la escasez de medios derivan en austeridad y sacrificio, por no mencionar caridad asistencial; pero sin el agravio de lo que pueda servir como referencia este mi artículo, debo insistir en la riqueza de nuestras materias primas y el nivel de nuestros fogones. No lo digo por nada en especial, lo que sucede es que ahora ya tenemos en ciertos supermercados las primeras estanterías con una amplia gama de alimentos elaborados a base de insectos. Es lo que se ha dado en llamar Entomofagia.

No soy ningún experto en gorgojos, quede claro, pero tengo el ligero presentimiento de que la ingesta de bichos repugnantes nos conducirá a una metamorfosis de dudosa reputación a medio plazo. Es más, acabaremos siendo fumigados cual plaga de mutantes capaces de comernos incluso a los mismísimos caníbales si éstos se pusieran a tiro. Como ustedes saben el canibalismo era una antigua práctica gastronómica que consistía en comerse los humanos unos a otros mediante sacrificios rituales o simplemente por hambre. Pero lejos de ser desagradable les diré que lo de comer insectos va muy en serio, tanto que hoy en día hay vacas con crisis de ansiedad y nada tiene de extraño, porque entre larvas, la carne de laboratorio y la leche sintética sin vaca de por medio, se acabaron los paisajes pastoriles de aquí a nada.

Reconozco que esto resulta un tanto repugnante, ahora bien, si al decir de Ludwig Feuerbach “somos lo que comemos”, mucho me temo que esta teoría mía de las mutaciones va a resultar que sí, que unos iremos para el grupo de escarabajos y otros para el de las cucarachas u orugas y a esperar a que nos envasen al vacío. Si ustedes me leen con la debida atención podrán comprobar que hoy estoy de lo más ecológico y protector. No me cabe otra después de haber tenido conocimiento de que una pasajera de avión tratara de viajar en compañía de su mascota de apoyo emocional. En este caso no era ni un perro ni un gato, sino todo un pavo real de enormes proporciones. Hay que reconocer que el mundo está cambiando con exceso de velocidad y todo esto de las relaciones con el mundo animal se nos está yendo de cordura. No me imagino viajando al lado de un pavo real en uno de esos vuelos de catorce o veinte horas seguidas aguantando una conversación sobre economía de mercados o algo parecido. Claro está que los pavos o pavas de hoy en día están mejor vistos que muchas personas de nuestro entorno, no vayan ustedes a creer.

Volviendo al asunto ese de comer insectos sepan ustedes que según la FAO este tipo de alimentos son ricos en proteínas, vitaminas B1, B2 y B3, además tienen omega 3 y 6, aminoácidos y resultan ser una fuente importante de minerales y hierro. Y a fe que algo de bueno debe tener esta dieta porque la actriz mexicana Salma Hayek es clara defensora de esta práctica que reconoce que lo que más la gusta es tomar huevos de hormigas con guacamole y saltamontes fritos. Cierto es que por dentro y por fuera parece darle la razón a Salma.

Yo de momento me reservo de caer en la tentación de comer luciérnagas y otros lampíridos de semejante prosapia. Prefiero acudir a mi templo gastronómico por excelencia cuando mis obligaciones me lo permiten y recomiendo que ustedes hagan lo propio. El Llar de Viri, en San Román de Candamo es uno de esos lugares de propenso apetito para el deleite de los sentidos gustativos. No se lo pierdan si gustan de la comida de guisanderas con el premio a la mejor fabada asturiana del mundo 2013, galardón que no desmerece al resto de cuantos manjares brinda su amplia carta, sin olvidar el trato y su “Letra Guisada” como espacio para disfrutar con la literatura gastronómica. Aprovechen al máximo nuestra riqueza gastronómica antes de que nos llegue una de esas plagas de insectos y tengamos que comernos los unos a los otros. A este paso, o comes o te comen. En fin, que siente bien, que es lo principal.