Malandrines parlamentarios

Uno de los Poderes del Estado es el llamado “legislativo”. Su función es clave. Se ocupa de crear leyes para regular las relaciones entre los ciudadanos; una función sencilla, simple, apasionante y de principal valor dentro del conjunto de la sociedad de un país tan hermoso como el nuestro.

Esta España nuestra, esta España de todos, está viviendo momentos ciertamente convulsos en la sede del Parlamento. Gracias a la aritmética de las elecciones, junto con la puñetera ley que otorga más valor el voto en un lugar de nuestro país que en otro, tenemos un batiburrillo que ha de buscar alianzas para sacar adelante cada iniciativa parlamentaria.

El infame PSOE, un Partido formado por agrupaciones, Socialista en ocasiones, Obrero excepto sus dirigentes y Español muy en duda, por su afinidad con los nacionalismos de cada región, elevó un recurso al Tribunal Constitucional sobre la Prisión Permanente Revisable hace tres años. Por otra parte, el PNV, Partido Nacionalista Vasco, cuya afinidad con el movimiento terrorista de ETA data de los orígenes de la banda, al ser una escisión de los más jóvenes, y cuyo lazo fue la famosa frase de Javier Arzallus, “unos mueven el árbol, otros recogen las nueces”, planteó una derogación de la citada ley. A ello, se han unido el resto de partidos y partidas del arco parlamentario, con las muy honrosas excepciones del Partido Popular y Ciudadanos.

Hay que tener muchas tragaderas, cuajadas de malos pensamientos y conciencias ciertamente turbias para asumir eliminar dicha medida del Código Penal vigente. ¿Cómo estar de acuerdo con los delincuentes presentes en las instituciones? Fácil, buscan calar votos en las próximas convocatorias a comicios. Si en algo estamos muchos de acuerdo es en procurar no permanecer en el mismo lugar, tanto físico como ideológico, de aquellos delincuentes, sean en grado de autor, cómplice, intelectual o cualquier figura de cooperación para realizar un hecho criminal. Ya, ya sé que algunas víctimas gustan de pasearse de sus brazos, recibir y dar besos, conferencias y recibir generosas subvenciones de dichos partidos. Otros, en cambio, “no, en nuestro nombre, no”, que dirían humanos tan insignes como don Francisco José Alcaraz Martos, Salvador Ulayar y don Fernando Altuna Urcelay (DEP).

Esa estupidez de pensamiento, obra y opinión propone evitar “legislar en caliente”. La temperatura corporal no influye, mentecatos; el sentimiento personal está alejado de ustedes, sinvergüenzas. A las pruebas me remito, cuando muchos de esos políticos referidos pierden el culo para abrazar terroristas, incluso llevan a delincuentes condenados en sus filas, tanto en el Senado, Congreso de los Diputados y resto de instituciones públicas. Vean Bildu y Podemos, por ejemplo.

La labor de promulgar leyes se realiza cuando surge el “problema”, no cuando ustedes imaginan un mundo tan asqueroso donde dicen que vivimos los ciudadanos, mientras viajan, viven, comen, disfrutan de tantas ventajas enganchados al sillón como lapas. ¡Qué duro debe ser abandonar la moqueta del hemiciclo para pisar la fría acera de las calles!

El otro día, delante de madres y padres a escasos metros de distancia, cuyos descendientes fueron asesinados de manera vil por malhechores, dieron una sesión de las más patéticas de la historia mundial de los parlamentos. La maldita sumisión de una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, a cuyo cumplimiento no está obligada España, pero que fue asumida por la cobardía del gobierno presidido por Mariano Rajoy, dejó en libertad a violadores, pederastas, asesinos y sí, también a ellos, a terroristas de varios grupos armados. ¿Cómo entender esa claudicación ante los delincuentes?

La mayoría del poder legislativo está en manos de personas a favor de delincuentes. Una diferencia, si no la primordial, entre un terrorista, violador, pederasta o sus correspondientes figuras anexas delictivas y las víctimas es la ausencia de reclamar venganza de las últimas sobre las primeras. Hemos pedido justicia, únicamente justicia e intentar acotar futuros hechos penales. Así, quien piense cometer un delito, quizá tengan en cuenta sus posibles consecuencias y cese en su pretensión.

Delitos de aplicación son: homicidio del Rey, su heredero o jefes de Estado extranjeros; genocidio, asesinatos en serie, cometidos en seno de organización criminal o contra menores de 16, personas especialmente vulnerables o que el hecho fuera subsiguiente contra la libertad sexual o cometido sobre la víctima.

España, nuestra querida España, precisa de una renovación amplia de tantos malandrines acoplados en el Congreso de los Diputados. No se legisla en caliente, sino de manera fría para prevenir el futuro. Me abstengo de desear la mitad de la condena perpetua de las víctimas, ya que vivir con el recuerdo imborrable de alguien arrebatado por medios violentos o bastardas ideologías terroristas, es demasiado duro para gentes tan pusilánimes como ustedes, viles parlamentarios.