La tele miserable
La horrible muerte del niño almeriense Gabriel comienza a hacernos conscientes de que algunos programas de televisión no conocen límites a la hora de mercantilizar sucesos a cambio de cuota de pantalla.
Obviando cualquier tipo de objetividad informativa y con la frivolidad por bandera, un programa habitualmente dedicado a las miserias del corazón de los famosos emite un programa especial por el suceso y pone a sus intervinientes a especular y gritar a los cuatro vientos sus propias y disparatadas teorías criminalísticas. Acostumbrados a la desinformación y a las constantes faltas de respeto entre los contertulios de este tipo de programas parece que todo vale para aumentar los “shares televisivos”.
En vez de emitir un programa respetuoso, informativo e informado, con profesionales de la psicología, juristas, y personas con especiales capacidades empáticas, emiten un programa en el que la frivolidad y la insidiosa especulación se imponen sobre cualquier otro tipo de circunstancia, y ello como mínimo invita a la reflexión.
Aún más grave si cabe es que emitiendo esa bazofia sus cuotas de televidentes aumentan exponencialmente, lo cual a mi criterio puede obedecer a la deshumanización de la sociedad o también a un progresivo interés por el morbo que provocan este tipo de sucesos y las nada sesudas especulaciones de aquellos que se autoproclaman “nobles representantes del pueblo”.
Asistimos a un nuevo capítulo de la triste y frívola historia televisiva, que recuerda mucho a otras ocasiones en las que el perdón posterior no eximió de culpa a sus protagonistas.