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El besamanos

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Los besamanos en Barcelona son un tostón. Nadie que haya asistido a uno puede negarlo. Tener que asistir treinta minutos antes al lugar donde llegue S.M. el Rey para estrechar su mano, y que con algo de suerte te dirija unas palabras amables y una sonrisa, es un precio demasiado alto si tenemos en cuenta el precio: imagínense una espera de treinta minutos rodeados de las autoridades catalanas, casi todos ellos de ERC, de la antigua Convergencia y de Podemos. Un tostonazo.

Se de buena tinta que cierta dama invitada al evento del MWC, descendiente de la familia imperial rusa y que vive en las cercanías de Barcelona, que intentaba conseguir un sitio en el besamanos, al tener en cuenta este hecho lo pensó mejor, decidió cruzar la acera y unirse a la manifestación de bienvenida organizada por los grupos monárquicos, encabezados por la Muy Honorable Orden Monárquica Unidos a Nuestro Rey.

Y es comprensible, que un ciudadano común, por mucha sangre azul que le quede en las venas, evite un besamanos en estas circunstancias en Barcelona. Lo que no es de recibo es que lo haga la primera autoridad municipal de la Ciudad Condal, ni el Presidente del Parlamento Catalán. Es lo que en protocolo llamamos cuestión de sombreros.

La obligación de acudir a recibir al Rey cuando llega a Barcelona en visita Oficial, es de las autoridades de aquella ciudad. Allí deben estar quien sea Alcalde, quien sea Delegado del Gobierno, el Presidente de la Generalidad de Cataluña, y el Presidente del Parlamento de Cataluña, se llamen como se llamen, y sean quienes sean. A la señora Colau, al señor Torrent, no tienen la obligación de estar allí por ser ellos mismo, sino por el cargo que ocupan. Se han reído del protocolo poniendo excusas. Pero como escribió el diplomático Charles Maurice de Talleyrand: "Solo los tontos se burlan del protocolo. Lo hacen porque simplifica su vida"