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La carta

Fátima Báñez, durante el acto de presentación del libro de la OIT.

Fátima Báñez, durante el acto de presentación del libro de la OIT. Efe

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El viejo hábito de escribir una carta para después enviarla a su destinatario hoy no guarda casi relación con la mística de las palabras sobre papel. Las emociones atribuidas al contenido de un sobre cerrado en pos de ser leído han dado paso al continuo ir y venir de mensajes al por mayor a través de los móviles. Lo cierto es que un buen día abres el buzón y ahí está ella, la carta me refiero. El sobre sin sello, pero es lo de menos. Franqueo pagado ¡qué dispendio!, pero carta del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, ni más ni menos.

Me regocijo al pensar en el caso del coronel ya saben, el personaje creado por Gabriel García Márquez en su famosa novela y que no tenía quien le escribiera. Durante quince años esperando una carta que nunca llegaría a sus manos. Yo me siento afortunado. Hoy sí tengo correspondencia al uso y nada menos que del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, aunque esto creo que ya lo mencioné. Son los nervios. La emoción del momento. Para mí que son buenas noticias –me digo. Quiero abrirla, pero me retraigo para no perder esa magia que tiene lo que un sobre cerrado alberga.

Recuerdo aquellos tiempos de silbato, voceo y cartero cuando ni buzones existían. Serían buenas o malas noticias, pero recibir carta era todo un acontecimiento. Hoy en día recibir correspondencia que no sea ni de banco ni de otra propaganda tendenciosa es resucitar antiguos preceptos. De los bancos ya sabemos cuan versátiles son a la hora de propagar su impetuoso marketing. Acostumbran a utilizar imágenes distorsionadas de la realidad, de tal manera que publicitan sus productos con enorme pulcritud. Vean si no como se anuncian sobre los futuros pensionistas a los que enmarcan hombres y mujeres con un inmejorable aspecto. Parecen los efebos de la edad de oro. En una palabra, abres el sobre y tienes a tu alcance un folleto con la fórmula mágica para ser igual de bello por dentro y por fuera que los jubilados del postín bancario.

De otras campañas publicitarias tampoco sobran elogios si les digo que a diario el buzón se alimenta de campañas para la audición, seguros de decesos y alguna que otra carta invitándote a cambiar la bañera por un plato de ducha para evitar las caídas innecesarias. O sea, nada que no obedezca a la tendencia de la que antes les hablaba. Sin embargo hoy he recibido una carta a la antigua usanza.

No es que la susodicha venga como antaño, ya saben, escrito el sobre de puño y letra al igual que el remitente. No, nada de eso. Lleva ventana a través de la cual se ve mi nombre y dirección, pero es una carta importante. Estoy deseando abrirla pero me tomo mi tiempo. A buen seguro guarda una de esas noticias que solemos esperar como las hubiera querido recibir el coronel de la novela. En mi caso todo un año de espera bien ha merecido la pena. Me sirvo un licor de café a modo de homenaje, me pongo las gafas y me acomodo en lo solemne porque procedo a abrir el sobre.

“Estimado pensionista: Con el objetivo de conciliar mejoras anuales garantizadas con la necesaria salvaguarda económica para las generaciones futuras, en 2018 el incremento de las pensiones será del 0,25%. Por último, quiero reiterar nuestro compromiso con el sistema público de pensiones, de reparto y solidario, del que todos estamos tan orgullosos. Es una responsabilidad irrenunciable con los pensionistas de hoy y de mañana. Reciba un cordial saludo y mis mejores deseos. Firmado: Fátima Báñez García, Ministra de Empleo y Seguridad Social” Me quedo más tranquilo.