¿Por qué votar constitucionalista?

Vista general de Barcelona.

La verdad, entiendo que muchos catalanes no quieran la Constitución. No había nacido Albert Rivera cuando visité por primera vez Barcelona, nuestra Constitución era un bebé de menos de un año, Valladolid vivía los mayores ataques arquitectónicos contra su orgulloso pasado, Madrid mantenía un casticismo entre atascos y nuevos rascacielos y una vida un tanto dicotómica entre el pasado y el futuro.

Y en ese verano del 79 llegué a Barcelona, venía de Italia donde sentí por primera vez todo lo que nos unía con los italianos y cuánto nos aprecian por esas tierras. Había vivido momentos extraordinarios e inolvidables, había conocido muchos lugares únicos y me había hecho consciente de vivir en un país menos desarrollado. Llegué a Barcelona y pensé que estaba equivocada, que mi país no era más pobre ni menos desarrollado, aquella ciudad me impresionó por su luz, su limpieza, su edificios, su desarrollo urbanístico, el cuidado de las zonas históricas. Fueron solo unas horas y ya empecé a pensar que mi país era desigual, no ya solo diverso.

A lo largo de todos estos años he visitado unas cuantas veces Barcelona. He disfrutado de mañanas paseando por la playa antes de acudir al muy especial Hospital del Mar por ubicación y profesionales. He admirado lugares y gentes. Pero cada viaje me ha ido transmitiendo una sensación de ir marcha atrás, muy subjetivo sin duda, pero como que la Luz se había ido escondiendo y la ciudad se esforzaba sin conseguirlo por mantener su faro orientado hacia el futuro.

Si muchos catalanes piensan que todo esto es el fruto de los 39 años de Constitución no es de extrañar que muchos no quieran nada de nuestra Carta Magna. Los que sean capaces de mantener al menos un atisbo de objetividad entenderán que es el mal aprovechamiento de esa ley lo que ha favorecido el retorno a un territorio con más caciquismo, corrupción y subdesarrollo que el esperado para su punto de partida en la democracia. Que no han tenido más recortes porque España les robe sino porque los Ladrones se han convertido en los amos y señores. Que han buscado la independencia como el matrimonio roto que hace un viaje al París de sus sueños para recomponerlo.

Que han vivido doblegando el sentir de la mitad de la población, que se han sentido especiales pero ha brotado lo más burdo del ser humano supremacista.

Cuando los ciudadanos catalanes acudan a las urnas el día 21 solo tienen que pensar en todo lo que han perdido en estos años, en todos los que han dejado en un rincón de su pensamiento por no poder compartir los mismos proyectos. Si quieren demostrar su capacidad de independencia por encima de cualquier otro objetivo como haría cualquier dictador, voten a independentistas. Si quieren limpiar hospitales y escuelas de voluntades compradas y emplear el dinero en mejorar las condiciones de vida real, hoy Inés Arrimadas es la que no manchará las paredes de groseras burlas a la inteligencia de la que tanto han presumido siempre los catalanes.

Por mucho que la acusen de extranjera es la única que, hoy por hoy, no está cegada con el brillo del poder y ve Cataluña como un lugar con un gran potencial para todos los que, por nacer o pacer allí, sienten sus huellas parte de esa bella tierra.