El pasado 20 de noviembre, día señalado para celebración del Día Universal del Niño, la Iglesia española pidió perdón por los abusos sexuales a niños y niñas invitando a rezar por las víctimas.
Todo ello previa petición del Papa Francisco. Parece que Dios sigue escribiendo recto en renglones torcidos.
Tras años de sepulcral silencio y de oscurantismo parece que comienza a entrar la luz en una institución que parece alejada del Evangelio que predica. La viga y la paja en el ojo ajeno son protagonistas diarios de muchos sermones incendiarios, perdón por el pareado.
Desde los púlpitos se ha arengado contra la homosexualidad, contra la mujer, incluso algunos han llegado a justificar los abusos sexuales, afirmando que las niñas van provocando, que hay menores que desean el abuso o que si una mujer aborta da a los varones licencia para abusar de su cuerpo o que el sida es un acto de justicia.
El que tenga oídos para oír, que oiga. Nietzsche decía que Dios había muerto. Lo habían matado los hombres. Aunque más bien parece que fueron algunos de sus representantes cada vez que abusaban o justificaban los abusos.