Opinión

Las patrias de Azaña y Ortega

Congreso de los Diputados.

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El historiador Santos Juliá ha estudiado con profusión la idea de patria para quien es la figura política más relevante del siglo XX. En palabras de Juliá: "Las patrias de Manuel Azaña” oscilan a lo largo de tiempo: “La patria; la patria perdida en el 98, la patria como cultura vivida de París, la patria por construir de su militancia reformista, la patria republicana de sus años de gobierno, la patria desgarrada de su presidencia”.

El concepto para el filósofo Ortega y Gasset es bien distinto, aparece más macerado, su diferenciación entre autonomía y federalismo y la preferencia por el primero y la propuesta de conllevanza ante el nacionalismo catalán, practica una buena distancia con Azaña. Pero tal vez, en un momento en que los conceptos de patria y nación se manosean, se utilizan y se usan como arma arrojadiza, sea necesario dar una mirada hacia atrás en los que el conocimiento de de los mismos tenía algún valor para los que la defendían.

Quizás nada cambie esto en la espiral arrojadiza que enfrenta a un nacionalismo español carpetovetónico y a un independentismo desbocado escindido del catalanismo moderado, que tanto daño está haciendo a la harmonía de los españoles, pero no podemos cejar en nuestro empeño de hacer de la convivencia un lugar de encuentro.

Corre un tiempo en el que el Congreso de los Diputados anda plagado en palabras de Ortega “jabalíes, de tenores y de payasos”, de tal manera que si el filósofo, diputado de la Agrupación al Servicio de la República, volviese a asistir a una sesión plenaria como lo hizo en la sesión de Cortes constituyentes de julio de 1931, se vería obligado a repetir de manera exacta el mismo discurso: “Nada de estultos e inútiles vocingleros, violencia en el lenguaje o en el ademán; hay, sobre todo, algo que no podemos venir a hacer aquí: ni el payaso, ni el tenor, ni el jabalí”.

Algo de lo que tendrían que tomar buena nota, el diputado Gabriel Rufián; tan dado a los espectáculos en el hemiciclo, confundido por él con una red social, utilizando el escaño para para esgrimir desde una impresora a unas esposas; o por el popular Rafael Hernando, amante de los exabruptos y las provocaciones; o por el mismo Pablo Iglesias tan dado a las bravatas lanzadas a uno y otro lado, para ver si pesca votos en caladeros propios y ajenos. Son estas tres figuras políticas las que representarían a la perfección lo que Ortega describía hace casi un siglo. Y menos mal que en esta época no existía la televisión.

Qué decir sobre lo que para el presidente Rajoy representa la patria, poco sabemos, escudado en la ley y sólo la ley en lo que a esto se refiere, nada más podemos extraer del asiduo lector de Marca. Tenemos que decir, eso sí, que además de la aplicación del artículo 155, que sirva para restablecer la legalidad en Cataluña, se tendrá que preocupar de los problemas de la nación, ahogados o reducidos al mínimo durante semanas en los medios españoles.

La patria debe ser también la pobreza, la situación de la educación y la sanidad, las pensiones, el medio ambiente, en suma el bienestar social de los españoles. Es el concepto de patria del que Rajoy anda tan alejado por desconocimiento o por desinterés, por lo que no le vendría mal leer ni a Azaña ni a Ortega. El patriotismo cívico de Azaña es el que defendemos tantos españoles, alineados en la vía regeneracionista, desde la óptica de lo social. Por eso cabría recordar uno de los discursos más afamados del político alcalaíno pronunciados en 1932: "El patriotismo no es un código de doctrina; el patriotismo es una disposición del ánimo que nos impulsa, como quien cumple un deber, a sacrificarnos en aras del bien común; pero ningún problema político tiene escrita su solución en el código del patriotismo." Tomen nota.