Opinión

Campeón apátrida

Márquez celebra el Mundial tras terminar la carrera en Cheste.

Márquez celebra el Mundial tras terminar la carrera en Cheste. EFE

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La temporada de Moto GP ha sido vibrante, emocionante e intensa hasta la última carrera. La Ducati pilotada magistralmente por Andrea Dovizioso ha sido una durísima rival para la Honda de Márquez.

Márquez, el José Tomás de las motos, ha ofrecido un espectáculo difícil de superar este año. El niño prodigio del motociclismo español ha dado muestras de estar “fabricado” para ir en moto y resultar prácticamente indescabalgable de su montura. No son pocas las curvas en las que usando codos, rodillas y hasta el casco se ha mantenido encima de la moto a pesar de haber perdido ya las dos ruedas. Una habilidad no vista antes en ningún campeón y que le ha aupado al Olimpo de los tetracampeones de la categoría reina.

Un campeón del mundo que ha pasado de celebrar sus victorias con la bandera nacional a hacerlo con una bandera con su dorsal: el famoso 93. Especular con los motivos de ese cambio de bandera me lleva necesariamente a arriesgarme con los motivos, a mi entender, políticos. Este deportista es del pueblo catalán de Cervera, donde, como en el resto de esta comunidad, ser o sentirse español o catalán implica tener enemigos. En un ejercicio serio de creación empática puedo llegar a entender la actitud de este joven deportista, en cuanto a no definirse como integrante de uno de los bandos que ya han firmado con tinta indeleble su confrontación.

Tener una familia viviendo en medio de esta dura pugna es un motivo más que suficiente para renegar de una bandera. El héroe patriótico dejó de existir hace tiempo, y no se puede reprochar a ningún personaje público que se posicione, ¿o sí?

Enhorabuena campeón, mientras siga sonando mi himno, compatriota…